Dialogo con Aldo Iván Rodríguez

Dialogo con Aldo Iván Rodríguez

Escritor y traductor dominicano residente en Chile, autor del poemario “Desde antes”, un libro de amor que explora a la mujer, la casa, la tierra, los recuerdos.

El incumplimiento descarado de un organizador dominicano de cursos fallidos de comunicación en el extranjero me permitió más tiempo del programado para visitar las casas de Pablo Neruda en Chile.

Una de ellas, La Chascona, localizada al pie del cerro San Cristóbal, desde cuyo tope una hermosísima Virgen de la Inmaculada Concepción bendice la ciudad de Santiago, la visité solo. Allí, estrenándome con una lluvia chilena delgada y fría, me enteré que Chascona es un chilenismo que significa despeinada, y que el poeta bautizó así la casa para referirse en clave secreta a su amante Matilde Urrutia y su peculiar pelo ensortijado.

Para conocer las otras dos casas del poeta: la de Isla Negra y La Sebastiana, en Valparaíso, conté con la guía imprescindible de Aldo Iván Rodríguez, escritor y traductor dominicano residente en Chile, autor de “Desde antes”, poemario de factura  impecable, rebosante de amor y música.

A la vera de la tumba de Matilde y Pablo, quienes aún observan gaviotas desde la eternidad del verso; sentados en el mismo banco de cemento y piedra donde el poeta quizás se preguntara “si la rosa está desnuda o solo tiene ese vestido”; cerca de la barca en que las palabras navegan por el cielo; observados a ratos por el ojo verde del pez-logo que nada en el viento; Aldo Iván y yo hablamos de su poesía, de Keith Jarret, y la nostalgia.

LMG ¿Cómo sales de Boca Chica, abandonando los yaniqueques refritos en aceite centenario, y anclas al pie de Los Andes? 

AIR. Fue casi de telenovela. Yo vine a Chile detrás de mi hijo mayor, que ya cuenta 18 años de edad, quien había llegado antes con su madre chilena. La sangre pesa, como dicen, así que dejé todo en Santo Domingo y llegué aquí con 100 dólares en la cartera. Prácticamente, fue un viaje en yola, precario, riesgoso, fascinante.

Aldo Iván ya está ‘achilenado’; lo evidencia su acento, mezcla agradable de 27 de Febrero con Bernardo O’Higgins, su respeto por las señales de tránsito y su puntualidad. Pero algunas tardes en las que el nivel de esmog cede un poco y el sol centellea en las fuentes de La Moneda, le gana la nostalgia por la familia, los amigos y el sancocho.

Lo ayuda la música.  Como buen dominicano, la lleva por dentro, camina a su ritmo, la tararea en el Metro, la murmura como un mantra en el taxi, construye con ella un túnel por el que le llegan olores y caricias, palmeras y ciguas.

Palabras y música. Un piano y una guitarra suenan junto a los poemas de su libro “Desde antes”. “La guitarra es de Pat Metheny, músico que conocí a través de mi buen amigo Luis Toirac, y otro buen amigo, Pablo Jorge Mustonen, me presentó a Keith Jarrett”.

Pero en los poemas de Aldo Iván también tocan Jan Garbarek y William Ackerman, señala Pablo Jorge en el prólogo a “Desde antes”. “La música en la poesía de Rodríguez no es un ornamento (…): tiene toda su razón de ser en el nacimiento del poema”, considera Pablo.

LMG Pero, ¿de qué va el libro?  AIR. En esencia, es un libro sobre el amor, visto a través de temas como la mujer, la casa, la tierra. Hay también recuerdos y mitos recreados.

LMG Además de las numerosas referencias musicales, tu libro contiene muchos epígrafes, ¿por qué la recurrencia?  AIR. Uso los epígrafes como lenguaje cifrado para comunicarme con mis amigos, para destacar lecturas que nos gustan, autores que preferimos. Para el resto de los lectores, los epígrafes funcionan como sugerencias de libros para leer o discos para escuchar.

El libro “Desde antes” tiene 50 poemas agrupados en cuatro partes: “Nieva la luna”, “Ejercicios en el cielo”,  “Hace tiempo, las islas” y “Desde el rincón”. La voz de Aldo Iván se escucha afinada y con apropiada modulación en medio de un coro en el que también cantan Octavio Paz, E.E. Cummings, Robert Graves y Julio Cortázar.

Camino a La Sebastiana hablamos de La trama, la librería que Aldo Iván tiene en un centro comercial de Santiago, en la que también vende películas y discos. “Va bien, pese a que no soy vendedor de libros, sino un librero de corazón”. Desde La trama, él coordina los trabajos de traducción, que representan una parte significativa de sus ingresos.

Poema

Oda al Caldillo de Congrio, Neruda

“Lleven a la cocina

el congrio desollado,

su piel manchada cede

como un guante

y al descubierto queda

entonces el racimo del mar,

el congrio tierno

reluce ya desnudo,

preparado para nuestro apetito”.

Neruda no le   gusta tanto

Estar en la casa de Pablo Neruda en Isla Negra y no hablar un poco de él hubiera sido una descortesía. Así que navegamos un poco por su poesía, no al lado de su tumba (era la hora de su siesta estelar, “perdone Don Pablo, bonito poncho rojo”), sino en el restaurante que la Fundación Neruda tiene  al lado de la casa del poeta.

Con el mar a la espalda y en la mesa un caldillo de congrio, receta del poeta universalizada en una Oda, Aldo Iván Rodríguez tuvo la valentía de confesarme que le gusta más Vicente Huidobro que Pablo Neruda.

“Con Neruda tengo una relación de amor y odio. Considero que sus primeros trabajos son excelentes, los que tienen que ver con el amor, el dolor, la metafísica. Pero luego escribió mucha poesía política y social que resiente la calidad del conjunto de su obra”.

Aún así, Aldo Iván admira el gran respeto que tienen los chilenos por Neruda y el amplio conocimiento que tienen sobre su poesía. Cree que no hay chileno que no se sepa al menos uno de sus poemas, y parece cierto, pues Mario, el taxista que nos llevó a Valparaíso, resultó ser un nerudiano consumado.

Arribamos a La Sebastiana al final de la tarde. Había una luz mágica que aumentaba la sensación de que esta extravagante vivienda, diseñada por el mismo Neruda, flota en el aire, tal como él dijo en Plenos poderes: “Yo construí la casa. La hice primero de aire, luego subí en el aire la bandera”. 

Después de subir y bajar escaleras, atravesar pasillos estrechos y abovedados como los de un barco, alcanzamos el último piso, desde donde los cerros de Valparaíso parecen ríos de casas que se deslizan hacia el mar. Apoyados ligeramente contra el cristal de la ventana, nos quedamos viendo un buque que parecería atracar y zarpar al mismo tiempo. Tal vez en ese instante escuchamos la voz del poeta susurrándonos “son más tristes los muelles cuando atraca la tarde”.

*El autor es periodista y escritor

**Entrevista disponible en www.youtube.com/yolayelou.

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