Dialogo con José Mármol
“El compromiso del escritor debe ser con el lenguaje”

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José Mármol es poeta y banquero, insólita combinación que representa uno de los insondables misterios del universo. ¿Cómo pueden convivir un verso metafísico y un certificado a plazo fijo? El, sin embargo, sabe conciliar esta antítesis gracias a su talento extraordinario, un sentido del honor caballeresco y una disciplina espartana. Para remate, sigue siendo el tipo buena gente e ingenuo capaz de aprobar préstamos a los poetas, a pesar de su bien ganada fama de malapagas y fulleros. También es tímido a morir, algo de lo que no lo ha librado el arte de las relaciones públicas que maneja con maestría, y por eso se sonroja al escuchar el piropo de que se le tiene como el poeta más sobresaliente de su generación.

LMG. ¿Cómo sobrellevas la carga de ser la figura principal de los poetas de los 80?

JM.  Es un compromiso, aunque debo decirte que yo nunca pretendí llevar esa condición, y mucho menos presumir de ella. Lo que sucedió fue que estando en el taller literario César Vallejo, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, creado hace más de 30 años por el poeta Mateo Morrison, entendí que era necesario imprimirle algo distinto a la poesía dominicana, que en ese momento estaba fuertemente matizada por la concepción heredada de la generación del 48, la del 60 y la llamada poesía joven o de postguerra.

José señala que desde su primer libro, El ojo del arúspice, buscó deliberadamente crear una nueva órbita textual para mostrar que había otra forma de hacer poesía, diferente a la poética social, llena de disparos y con olor a pólvora, que se producía en los años setenta y principios de los ochenta. “Empecé a trabajar con los jóvenes del César Vallejo distintas concepciones de la poesía, a estudiar los manifiestos de los distintos movimientos poéticos universales, y eso fue abriendo el apetito a nuevas visiones de la poesía”. El concepto “Poética del pensar”, creado por él, no fue, por tanto, fortuito, sino resultado de sus estudios de la poesía dominicana y universal y  de su propósito de romper con la poesía ideológica.

JM. Creí que era necesario establecer esa diferenciación respecto a la forma de entender, concebir y ejercitar la poesía por parte de los integrantes del movimiento de postguerra o la nueva poesía. Para mí, ellos eran lo que Ortega y Gasset llama “la generación precedente decisiva”, con la cual hay que romper, si en verdad uno quiere poner una piedra de diferenciación, un punto de mira distinto, o al menos una mirada oblicua al fenómeno poético.

Lo esencial es el lenguaje. Mármol tuvo la valentía de desafiar el tono y tema de una poesía que no siempre logró mezclar bien reclamo social y calidad literaria, pero no para imponer otra moda condicionada por la coyuntura, sino para reivindicar lo que para él es la esencia de la literatura: el lenguaje.

JM.  Desde mi perspectiva, lo fundamental no es lo ideológico ni lo social, sino el lenguaje, las propiedades simbólicas de la lengua como sistema de símbolos y como significante mayor de todos los símbolos de una cultura. De ahí surge la Poética del pensar, del hecho poético en su propio proceso de gestación, del poema desde la creación del poema mismo, como una especie de metafísica del lenguaje.

LMG. Pero esa poética comprometida solo con su misión estética, ¿no la haría aséptica, incapaz de transformar o modificar algo?

JM.  Yo creo que el arte, en cuanto es el resultado de esa facultad humana extraordinaria que es el lenguaje, es un ente social, es decir, no es un ente puro; la lengua es una entidad viva que se desarrolla, modifica, amplía, a la que le nacen y mueren términos. Sin embargo, no me parece que el contexto social sea determinante y reduzca el sentido y la capacidad de la obra poética. Sostengo que el arte tiene una condición esencial que es su naturaleza simbólica, resultado del lenguaje que es, a su vez, una entidad histórica y social. Luego, el compromiso histórico y social del escritor tiene que serlo con el lenguaje, porque es su esencia para trabajar. Como decía Julio Cortázar: “hacen falta los revolucionarios de la literatura, no los literatos de la revolución”.

Conversación en la yola. Aproveché la amabilidad de José Mármol para confesarle que robé a tinta armada, para usar descaradamente en uno de mis cuentos, un par de versos de su celebrado poema Esquicio del vuelo. Como lo esperaba, me indultó por el delito, pese a lo cual le recriminé por haberme dejado solo en los menesteres de la televisión cultural, al haber retirado del aire su excelente programa Conversación en la Catedral.

LMG. Mira que la catedral resiste hasta terremotos pero una yola como la mía puede zozobrar en cualquier momento.

JM.  Pues debo hacer una confesión, hacía tiempo que venía pensando en transformar Conversación en la Catedral o dejarlo y abrir un compás de espera para replantearme el programa. Así que cuando vi la Yola yelou supe que podía cerrar el ciclo. Pero no renuncio a la idea de volver, aunque tendría que ser bajo otras condiciones de producción.

Ojalá no se tarde.

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