Diálogo de pareja nonagenaria

Diálogo de pareja nonagenaria

Posados en sendas mecedoras, conversaban dos viejecitos con las caras más arrugadas que un traje de lino.

 –   -Pelópides, ya cumplí noventa años, y tú andas por los noventa y dos; eso significa que muy pronto estaremos los dos en el panteón de la familia; por lo tanto, creo que llegó el momento de hablar de cuernos.

    -Con buen tema te ha cogido después de setenta años de matrimonio durante los cuales no te has cansado de repetir que cuando el hombre pone un pie en la calle, tiene libertad para hacer lo que le dé su realísima gana.

    -¿Y no has pensado que lo digo de los dientes hacia afuera, buen pendejón?

-No, ni por asomo, porque no eres mujer celosa; esa fue una de las razones que me llevaron a mudarte con todos los powers.

    – Tengo que admitir que nunca me has dado motivo para celarte; si alguna vez me robaste la base, lo hiciste muy bien.

   -Ya que quieres oír cosas de cuernos, pues palante con los faroles; después no me vengas con lloriqueos, porque nunca me han gustado los lagrimones.

    -Si fui yo la que puso el tema, es porque estoy dispuesta a aguantar lo que venga; a estas alturas del juego, con un pie en el cementerio, no me voy a poner de mojiganga por cosas que pasaron hace mil años.

    -Pues vamos arriba. Seguramente recuerdas aquel tiempo en que nos vimos obligados a alquilarles habitaciones a muchachas que trabajaran.

    -Sí, estuvimos en eso casi tres años.

-Exacto, y fue un periodo en el que desfilaron por casa unas diez muchachonas; pues te diré que siete de esos cuerpos femeninos fueron míos.

    -¡Diablo, se ve que yo estaba en babia, porque no me di cuenta de ninguna de esas perrerías!

   -El cuerpo de tu  prima Cocuela, que en gloria esté, fue mío; también el de Toribia, la nalguda amiga tuya de infancia. Ah, fueron míos los cuerpos de más de la mitad de las sirvientas que pasaron por las diferentes casas en las que hemos vivido. Eso es todo, y ahora te toca hablar a ti.

    -Lo mío se puede narrar con pocas palabras. ¿Recuerdas que cuando te cancelaron de tu empleo de mensajero en el colmado de Piriningo el cojo, nos mudamos en una casita frente al Cuerpo de Bomberos de la avenida Mella?

    -Me acuerdo perfectamente.

– Pues bien, ese cuerpo fue mío.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas