Diálogo entre adversarios

Diálogo entre adversarios

HAMLET HERMANN
Cuando logramos junto a Ramiro Matos la primera edición del libro «El Guerrillero y el General», entre 1988 y 1989, gobernaba República Dominicana Joaquín Balaguer. Entonces, nuestro objetivo inicial fue acercarnos a la verdad, siempre relativa, en torno a lo que fue la lucha armada en las montañas dominicanas en 1973. Mientras lo intentábamos, descubrimos que nuestra unión sincera podía contribuir a agrietar la barrera que, artificialmente, separaba a los dominicanos en dos categorías: civiles y militares. Históricamente, uno y otro sector han sido manipulados por los que usan esa forma de discriminación como instrumento de control político y de dominación económica. Ahora, dieciocho años después, nos propusimos profundizar esa tarea porque la consideramos necesaria de manera que este país continúe acercándose hacia una real democracia.

Encontramos en el camino que la causa fundamental de la división entre civiles y militares estaba en la politización de los cuerpos armados. La nación está dividida debido a la intromisión de los políticos y sus políticas en los asuntos de los organismos castrenses. La politización era y es la contradicción principal del problema institucional dada la estructura piramidal de las instituciones armadas en la que el Comandante en Jefe es un político y los altos mandos son nombrados por decretos del Poder Ejecutivo.

Y esta politización no es cosa de hoy. Para no alejarnos mucho en la historia podríamos recordar la Guardia Republicana del presidente Ramón Cáceres formada en 1907, hace casi un siglo para, supuestamente, pacificar el país. La politización continuaría cuando las tropas norteamericanas de ocupación convirtieron «la guardia de Mon» en Guardia Nacional y luego en Policía Nacional, institución que los invasores entregarían al incondicional coronel Rafael Trujillo. Como producto de la ocupación militar norteamericana de 1916 a 1924, la politización se multiplicó durante la era de Trujillo. Por sus ambiciones, el tirano desarticuló la estructura militar para constituir en todo el territorio nacional un sistema «constabulary» al estilo británico. Las fuerzas armadas devinieron en policía política diseminada por todo el país en pequeños puestos para controlar políticamente a la población civil.

Joaquín Balaguer repitió la experiencia trujillista de convertir a las fuerzas armadas en ejército de ocupación a raíz de otra invasión militar norteamericana contra República Dominicana en 1965. Se diferenciaba de Trujillo en que dio más poderes de decisión a sus jefes militares tratando así de evadir las responsabilidades por las violentas actuaciones que éstos cometían a favor de su política de gobierno. Esa politización fue cruel, descarada y arrogante.

Los posteriores gobiernos del Partido Revolucionario poco hicieron para profesionalizar a las Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional. La politización siguió en gran medida el modelo balaguerista.

Sin embargo, ese monstruo de la politización de las Fuerzas Armadas llevaba dentro de sí el germen de su propia destrucción. En cada etapa, surgieron militares que trataron de rescatar la profesionalidad y la democracia, así como defender la soberanía nacional. Nombres como los de Leoncio Blanco, Aníbal Vallejo, Eugenio de Marchena, Rafael Fernández Domínguez, Francisco Caamaño Deñó y muchos otros tuvieron el valor de enfrentarse en cada momento a aquella desagradable realidad portando en sus manos la constitucionalidad y apuntando sus fusiles hacia donde correspondía, no contra el pueblo dominicano. Hoy en día, desde el interior de las propias fuerzas armadas va surgiendo la fuerza de la profesionalización y de la despolitización a pesar de los políticos y sus políticas.

Del lado de los ciudadanos civiles fueron muchos los dignos representantes de la defensa de la soberanía nacional y de la democracia. Sucesivamente aplastados por el poder político militar, el sistema desacreditaba su labor patriótica llamándoles gavilleros, sediciosos, comunistas o, como ahora, terroristas. Los conflictos se agravan porque los dominicanos hemos sido víctimas a lo largo de la historia y hasta el día de hoy de los poderes extranjeros que nos han impuesto sus hipótesis de conflictos para obligarnos a hacer lo que a ellos y a los gobiernos de fuerza les conviene.

Hoy al igual que diecisiete años atrás, Ramiro Matos y Hamlet Hermann ponemos en circulación otra edición de un libro que consideramos parte de nuestro apostolado para evitar la politización de las fuerzas armadas y terminar con la discriminación entre civiles y militares. Si en 1989 publicar este libro fue un desafío a los que dividen al pueblo dominicano como uno de sus instrumentos de dominación, ahora es un reclamo para que se profesionalice a los cuerpos armados y dejen de ser un instrumento político de aquellos que ostentan el poder.

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