Diálogo para entenderse

Diálogo para entenderse

Es razonable deducir que cuando dos o más partes acceden a dialogar es porque han avanzado un paso hacia un posible entendimiento. Si alcanzar acuerdos  es la finalidad del diálogo, no parece congruente quebrar las conversaciones por insatisfacción ante una propuesta de alguna de las partes.

Actualmente hay una negociación entre patronos y trabajadores, con el Gobierno como moderador. Se busca arribar a acuerdos para un reajuste del salario mínimo. El sector laboral, inconforme con la proporción de alza  propuesta por los empresarios, quiere  quebrar el diálogo y recurrir a la  fuerza.

Diálogo y fuerza son incompatibles cuando el propósito es la concertación. La parte que está insatisfecha ante una propuesta  debe hacer una contrapropuesta razonable, que permita negociar puntos de avenencia. No es sensato jugar a “todo o nada”.

Consideramos que los representantes de los trabajadores deben remover la amenaza de uso de la fuerza y plantear contrapropuestas. Hay argumentos sólidos y válidos para, en justa razón, tratar de lograr más de lo que proponen los empleadores. La disposición por el diálogo y la capacidad de negociación deberían estar por delante de los resabios. La necesidad de un reajuste salarial es el común denominador que ha conducido a este diálogo,  que no debe quebrarse sin llegar a acuerdos sobre topes.

Gascue tiene derecho a la paz

Los habitantes de Gascue están en pie de lucha, una lucha pacífica pero cargada de razón. Aparte de que calles y aceras del sector se han deteriorado, se han producido talas de árboles y se han instalado negocios que minan la tranquilidad. El Ayuntamiento del Distrito Nacional ha prometido reparar vías y aceras, pero dice no tener competencia en lo que concierne al funcionamiento de los  negocios objetados por los lugareños.

Alguna otra autoridad debe tener facultades en relación con los negocios que escandalizan en Gascue. Esos establecimientos no son clandestinos ni han surgido al azar. Alguien los ha autorizado sin medir consecuencias. Parece que ha habido facultad para autorizar negocios que quiebran las normas de convivencia, y ahora nadie asume la responsabilidad de poner remedio. Los residentes de Gascue tienen derecho a que les devuelvan la tranquilidad.

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