Me gusta escuchar “lo que dice la gente” en las calles y otros lugares públicos. En los “diálogos callejeros” se puede apreciar la agudeza expresiva del habla popular; también la gracia de los giros del lenguaje en la perpetua creatividad de los pueblos. Ningún escritor debe perderse de ese espontáneo manadero de ideas y opiniones. El lenguaje escrito tiende a la repetición mecánica, al estereotipo formal. Lo vemos todos los días en los informes de los organismos internacionales, en las declaraciones de funcionarios del gobierno. Sus palabras parecen salidas de un molde de acero. Y en los lenguajes especializados de algunas profesiones los vocablos “se coagulan” en términos técnicos.
El viento fresco del habla comunal arrastra estas momias del idioma como si fuesen hojas resecas. Además, el periodista puede comprobar como el hombre de la calle se enfrenta a la “desinformación”, a las campañas de relaciones públicas, sean políticas, comerciales o ideológicas. En ciertos asuntos básicos la gente sabe perfectamente “a qué atenerse”. Todo el empeño por ocultar realidades políticas, económicas, administrativas, fracasa completamente. Hombres con poca educación escolar, al oír encubrimientos interesados, se ríen “con la muela de atrás”. A veces, hacen el juego” para sobrevivir sin conflictos con personajes “en autoridad”. Una simple maniobra “estratégica” de hombres débiles y desamparados.
He tenido oportunidad de escuchar “dichos”, políticos o sociográficos”, que aportan observaciones penetrantes, visiones desencantadas sobre la actividad de los “partidos del sistema”. –Aquí, para poder vivir, hay que nadar en un mar de aguas hediondas, declaró una señora gorda a un vendedor ambulante. –Dígalo duro, señora, la cadena del engañó comienza en Los Jaquimeyes con el que siembra los plátanos, sigue con el camionero y el mayorista, hasta llegar a este servidor que la engaña a usted. Haga fritos verdes, véndalos y engañe a otras personas. No se sienta mal; el mundo es así.
-Lo que se habla en la TV es paja pa’la garza; los más embusteros son los que están arriba. Ponen leyes que ellos no cumplen. La ley es pa’los pendejos; y la miseria pa’l escrupuloso. Avívese señora, este es un tiempo de guay mi mai; entre; no se quede parada ahí; pueden robarle el bolso y el reloj. (2012).