“Diálogos Oníricos”, una exposición para soñar

“Diálogos Oníricos”, una exposición para soñar

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Nos hemos deleitado recientemente con la exposición retrospectiva de Iván Tovar, e impera el regocijo por su éxito en las subastas europeas de arte. Observamos una tendencia a reconocerle, más allá de su valor extraordinario – a todos los niveles-, como el único artista surrealista dominicano.

“Diálogos Oníricos” en el Museo Bellapart, como el título lo indica, ha sabido evitar un monólogo apasionado. Y uno de los grandes méritos de la exposición, además de su exquisitez como tal, fue hacernos compartir una versión histórica y colectiva del surrealismo en el arte dominicano.

¡Es más creemos que el propio Iván Tovar hubiera estado de acuerdo!

Evidentemente, hay varias obras de Iván Tovar, excelentes, sobresaliendo sus esculturas, pero ya lo señalamos, Eugenio Fernández Granell, Jaime Colson, Clara Ledesma, Gilberto Hernández Ortega, Jorge Noceda Sánchez comparten los espacios expositivos. Ahora bien, no se trata solamente de seguir un itinerario estético ejemplar, deteniéndose constantemente y mirando absortos, sino de entregarse a la reflexión.

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Un Homenaje a Eugenio Fernández Granell

Referirnos a Eugenio Fernández Granell – que solía firmar “Granell”- es, en primer lugar, evocar la gran amistad que sostuvieron el maestro español e Iván Tovar. Aparte de un hermoso episodio de mutua correspondencia, recordamos que el artista dominicano, en sus años postrimeros, se marchó hacia Santiago de Compostela, sede de la Fundación Eugenio Granell.

Hacemos una simple mención de sus vínculos, pero siempre emociona lo que expresó Fernández Granell acerca de Iván Tovar: “Si se hubiera quedado en Europa, hubiera tenido un reconocimiento mundial, pero volvió para la isla, ya que la gente de la isla la necesitamos”. Tal vez subconscientemente aludía a su propio caso: después de Nueva York -larga, importante y exitosa etapa -, él retornó a España…

Eugenio Fernández Granell fundamenta los “Diálogos Oníricos”. Militante español exiliado, se inició aquí como primer violinista de la Sinfónica. Asombroso talento polifacético, dos años después, en 1943, ya exponía 200 obras, y fue cofundador de la Poesía Sorprendida -en la exposición intercalan varios trozos poéticos-. Negándose a firmar una adhesión trujillista, tuvo que marcharse de Santo Domingo en 1946. No diremos más.

Su representación en la muestra llega a emocionar, desde dibujos y pinturas hasta un tapiz espectacular, sin olvidar los versos… Profundamente original, evolucionó, adoptando una estructura más formal y sólida, menos abstracta. La morfología de sus personajes es sorprendente, igualmente la variación de sus composiciones: construye un fantástico mundo barroco y organizado. Afirmamos que pintó como “médium”, guiado por el subconsciente… Al integrar una naturaleza poblada de paisajes mágicos y de figuras mayormente estáticas, concibió una libertad total y afirmó: “Mi espacio es perpendicular, diferente de la perspectiva”.

Ledesma, Hernández Ortega, Colson, Noceda

Eugenio Fernández Granell ejerció una particular influencia sobre una serie de pintores, entre los cuales están Clara Ledesma y Hernández Ortega. Por las limitaciones del espacio, definiremos sus propuestas solamente…

Clara Ledesma era de hecho una surrealista natural, y aparecen aquí ejemplos de sus ambientes mágico-fantásticos, con el refinamiento y la soltura de la línea, la calidez y la sutileza del color, imágenes intensamente poéticas. ¡Fernández Granell la podía inspirar!

Para Gilberto Hernández Ortega, que aquí nos sorprende, la vertiente surrealista se explica por la pluralidad estilística y expresiva de este maestro sublime, la desenvoltura de la pincelada aquí evidente. Tampoco olvidamos que Gilberto manejaba un realismo fantástico y llegó aun a expresar el misticismo. Una incursión en el surrealismo es una variación pictórica.

Jaime Colson estaba en París cuando se publicó el Manifiesto del Surrealismo y muy probablemente asistió a las primeras exposiciones surrealistas. Incluso en variantes estilísticas, la creatividad, la virtuosidad, el academicismo de Jaime Colson se dedican a plasmar el Cuerpo, desde los inicios y hasta la producción postrimera. Que situara sus desnudos en arquitectura y exterior, a la vez antiguos y surrealistas, recordando a Chirico, está coherente con una postura escenográfica.

Otra virtud de los Diálogos fue mostrarnos la maestría de Jorge Noceda Sánchez que merece mayor estima, pero su vida fuera del país, en Nueva York, explica esa injusticia apreciativa. Por cierto, una exposición del Ministerio de Cultura, en la Sala Ramón Oviedo, lo hizo redescubrir recientemente. Fue realmente un exponente valioso y permanente del surrealismo dominicano. Tanto sus ambientes desérticos, como su casi estatuaria humana y sus signos misteriosos captan nuestra atención. Creemos que el Museo Bellapart ha querido situarlo a su justo valor, y lo ha conseguido.

Coda

Hemos dejado a Iván Tovar, su mundo estático y extático, síntesis de bodegón, paisaje, retrato, reinventados, para concluir nuestra reflexión, aunque, para muchos, era la figura estelar de estos “diálogos”, realidad, símbolo y orgullo del surrealismo dominicano. La exposición nos presenta magníficas obras – ¿cuáles obras de Iván, hasta simples bocetos, no lo son?-, empezando por una pintura muy trabajada, “resguardada” durante decenas de años por un museo europeo, y otra muy distinta, destacándose por su trazado casi lineal y gestual, un ensayo de juventud…

Ahora bien, la importancia de Iván Tovar, escultor, cobra aquí relevancia, impactante por su simbiosis de agresividad, sensualidad y singularidad, instrumentadas por el esmero técnico que le conocemos. No podían faltar la proverbial Silla adulta, ni el Demonio de la Selva Virgen… que parecen mirarnos, casi provocativos en su montaje frontal.

Agradecemos infinitamente al Museo Bellapart y a Myrna Guerrero estos “Diálogos Oníricos”, una exposición para soñar, enseñar y fascinar.