Días sin periódicos

Días sin periódicos

Tres días sin periódicos parece una “anormalidad” en esta época en la que todos alardeamos de “estar siempre conectados”. La falta de periódicos durante tantos días es la prueba de que podemos “vivir sin noticias”. En tiempos anteriores a la aparición de los diarios la gente vivía feliz sin saber, día por día, de los accidentes, asesinatos, huelgas, declaraciones descabelladas, polémicas políticas, extravagancias de los personajes del mundillo de la farándula. El célebre cineasta norteamericano Woody Allen produjo una comedia en 1987, titulada “Días de Radio”. Tal vez algún guionista dominicano se anime a redactar el libreto de “Tres días sin periódicos”.

Los primeros en beneficiarse de la falta de periódicos son los empresarios de medios de comunicación. No gastaron papel, ni tinta, ni salarios “de horas nocturnas”. Tres días sin que se muevan las prensas rotativas debe significar algún ahorro de energía eléctrica. Los reporteros y fotógrafos, habitualmente sobrecargados de trabajo, han tenido una oportunidad de descanso remunerado. Si excluimos a los hospitales, que dan servicio “24-7”, esto es, 24 horas, siete días a la semana, los periódicos están entre las empresas con horarios más exigentes. Quiere decir que tanto empresarios como empleados han salido premiados con lo que llaman “el largo asueto”.

También los lectores han gozado de una tregua de “malas noticias”, denuncias deprimentes, “violencia de género”, abusos policiales. Quizás ciertos “psicólogos alternativos” opinen que tres días sin periódicos son, por sí solos, un magnifico tratamiento de higiene mental; pues libera al hombre común de una “estructura artificial” que lo separa del contacto directo con el mundo real. En vez de absorber una visión “mediática”, queda obligado a mirar con sus propios ojos. La falta de periódicos nos condena a andar sin muletas, informativas y de opiniones.

La enseñanza final es que sí podemos prescindir de muchísimas cosas que nos parecen básicas. En últimas cuentas, uno de los grandes problemas de hoy es que nunca nos quedamos solos, acompañados por nosotros mismos. Carecemos del tiempo necesario para reflexionar. La profusión de periódicos sustituye, momentáneamente, nuestra ideación. Cada minuto de nuestras vidas es reclamado por algún “mensaje de texto” o un reportaje desde “el teatro de los acontecimientos”. Hemos disfrutado una saludable pausa.

Publicaciones Relacionadas