Dice nadie ha sido más solidario con los haitianos que el pueblo dominicano

Dice nadie ha sido más solidario con los haitianos que el pueblo dominicano

El secretario general del Movimiento Izquierda Unida (MIU), Miguel Mejía, aseguró que nadie ha sido más solidario, cooperativo y generoso con los haitianos que el noble pueblo dominicano, forjado al igual que el vecino país de la mezcla de razas y alzado desde las raíces de las luchas libertarias.

En relación a las declaraciones del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, respecto al impasse entre República Dominicana y Haití, planteó que no tiene la menor duda de que el gobernante venezolano hará todo lo que esté en manos de su país para afianzar el buen entendimiento entre los pueblos dominicano y haitiano.

“Su mediación es necesaria, en ella confiamos y en la victoria resultante, que será la de unos pueblos latinoamericanos y caribeños más unidos”, manifestó el también ministro de Estado para Políticas de Integración Regional del Gobierno dominicano, a través de una Declaración Pública aprobada por la Comisión Política del MIU, que reproducimos a continuación.

La solidaridad es la ternura de los pueblos

La afortunada frase que encabeza esta reflexión corresponde al poeta y comandante sandinista Tomás Borges. Pocas veces una definición ha sido más exacta a la hora de señalar la manera en que se relacionan entre sí los pueblos y cómo se sostienen unos a otros en sus momentos de prueba.

Por estos días en que el diferendo entre República Dominicana y Haití ha ido escalando y se escuchan llamados de extremistas y oportunistas de toda laya que no buscan bajar tensiones sino incentivar odios estériles, es bueno que reflexionemos sobre la manera en que, a través de la historia, los dominicanos nos hemos relacionado con otros pueblos del mundo y cuántas veces nuestra proverbial generosidad ha extendido su mano en ayuda de los más necesitados.  Desde esta honrosa tradición, no hace falta decir que el dominicano ni odia ni ha odiado, ni puede odiar, al pueblo haitiano, su más cercano vecino.

Muchas iniciativas se han puesto en práctica para mediar en un conflicto cada vez más espinoso. La mediación del gobierno bolivariano de Venezuela, encabezado por el presidente Nicolás Maduro, trajo un poco de optimismo y contribuyó a  serenar los ánimos. Pero he aquí que, cuando se tenían por ciertas las perspectivas de un arreglo justo y honorable para las partes, las fuerzas más interesadas en difundir por el Caribe las semillas de la desunión y el conflicto, aprovechan cualquier desliz, indiscreción o falta de prudencia para atizar las hogueras de la confrontación.

Las más recientes declaraciones del presidente venezolano, publicadas por uno de los medios del Partido Socialista Unido de Venezuela, en las que se afirmaba que “el que se meta con Haití se mete con el pueblo venezolano” han saltado y no por casualidad, a las primeras planas de la prensa mundial. Sin dudas, se trata de una afirmación históricamente justificada, pero expresada en un momento y unas circunstancias especiales, que reclaman la más extrema prudencia y tino, por el bien común.

La mediación venezolana, esa que acercó a los presidentes de los dos países en disputa, no fue casualidad tampoco y precisamente por ello debe ser preservada. Pocos gobiernos en la región gozan del prestigio y la capacidad de consenso que exhibe el gobierno bolivariano. Pocas naciones con mayor peso económico y mayor simbolismo libertario y vocación integracionista, con una extensa hoja de solidaridad y ayuda desinteresada  a las demás naciones y pueblos del mundo.

La credibilidad de Venezuela no necesita defensores, pero si hay que desmontar la cínica campaña de jueces tremebundos y fiscales encarnizados que desde los medios y usando toda frase, declaración o iniciativa sacadas de su contexto y verdadero alcance, no buscan justicia, ni paz, sino sembrar odios y acabar con la esperanza que ella simboliza: la de que se puede construir un mundo mejor y más justo donde los pueblos convivan en paz y armonía.

No puede construirse nada sólido desde el odio y el rencor. La obra perdurable pasa por la razón y la  promoción de lo mejor del ser humano. Haití es un pueblo en el que se cebaron las ansias de venganza y la furia de las potencias coloniales y de los imperios derrotados por la lucha abnegada de sus hijos, ayer esclavos. Nadie ha sido más solidario, más cooperativo y más generoso con los haitianos que el noble pueblo dominicano, forjado también de la mezcla de razas y alzado desde las raíces de las luchas libertarias.

Es mucho más lo que une a haitianos y dominicanos que lo que los separa, como también lo que nos une a venezolanos y otros pueblos latinoamericanos y caribeños. Quienes intenten sembrar cizaña y dividir lo que la historia pacientemente unió, serán derrotados. No se les puede dejar el campo libre y allí donde orquesten sus campañas de mentiras, infundios y miedo, nos hallarán de pie y listos para ripostarlos con las ideas y la fuerza de la historia y la verdad.

Quienes se meten con los pueblos no son los pueblos mismos, sino sus ancestrales y encarnizados enemigos; los que lucran de sus rencillas y se ceban en sus miserias. Contra esos no puede ni habrá cuartel.

El presidente Nicolás Maduro, sin la menor duda, hará todo lo que esté en manos de su país para afianzar el buen entendimiento entre Haití y República Dominicana. Su mediación es necesaria, en ella confiamos y en la victoria resultante, que será la de unos pueblos latinoamericanos y caribeños más unidos.

En efecto: Tomás Borges tenía toda la razón del mundo al recordarnos, como debemos recordar hoy más que nunca, que “la solidaridad es la ternura de los pueblos.

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