Dicen que el país se ahoga en progreso

Dicen que el país se ahoga en progreso

Si usted dice que después de 50 años de crecimiento económico sostenido hemos avanzado, usted está haciendo una afirmación irrefutable. Pero si usted postula que más que crecimiento la República Dominicana ha logrado una revolución, silenciosa o bullosa, usted está alterando el significado de las palabras y de los acontecimientos políticos.

¿Que ha habido cambios, que hoy la sociedad dominicana no es la misma de hace 50 años? Claro que es cierto. Pero mire a su alrededor y tome las estadísticas de cualquier país de la región y se dará cuenta que ninguno es igual a hace 50 años.

Nadie puede negar el crecimiento económico de la República Dominicana. Tampoco nadie lo ha negado. Lo que sí ha negado mucha gente, aquí y en el exterior, es que en esos 50 años se haya producido lo que se llama un desarrollo de la sociedad dominicana.

Pero digamos que esta es una discusión que ahora llega con retraso. En los años setenta aquí se discutió el tema con amplitud a través de los medios de comunicación, a propósito del crecimiento económico registrado durante los años de Gobierno del presidente Joaquín Balaguer. Entonces quienes discutían recurrían a las teorías del célebre profesor de Columbia University y del MIT, Walter Whitman Rostow, contenidas en su archiconocido libro «Las etapas del crecimiento económico».

Quienes hablan, asombrados y deslumbrados del llamado desarrollo del país, tiene una visión retrospectiva de la historia contemporánea dominicana. Es decir, miran hacia atrás y ven la aldea de los años sesenta. Olvidan la perspectiva, o sea, pierden de vista qué pudo llegar a ser la sociedad dominicana en estos 50 años de crecimiento económico.

¿Cómo hablar o escribir de desarrollo económico-social en una sociedad que al día de hoy cuenta con más del 40% de su población en estado de pobreza, incluyendo un 10% que ronda la indigencia, por ejemplo?

La realidad no podemos falsificarla, está frente a nosotros: tenemos un sistema sanitario que como sistema no existe, es lo primero. Este “sistema” tiene que enfrentarse todavía a enfermedades elementales, propias de la pobreza del subdesarrollo duro, como son las enfermedades derivadas de una agua potable de mala calidad; al dengue, a la tuberculosis, a la desnutrición, etcétera, con sus corolarios de alta mortalidad infantil y alta mortalidad materna.

¿Y qué decir de la educación? Todavía nos faltan aulas para nuestros escolares, aunque todo parece indicar que el presidente Danilo Medina está dispuesto a terminar con esta vergüenza. Ahí está nuestra escolaridad, que ronda el analfabetismo funcional, etcétera.

¿Y los sistemas de drenaje de nuestras ciudades, los caminos vecinales, la falta de viviendas para nuestras familias y la falta de institucionalidad?

Estamos viejos para que nos hagan cuentos, hombre.

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