Diciembre

Diciembre

Las pascuas están aquí una vez más y como en otros años encuentran al país enfrascado en dificultades. A las de siempre: desempleo, malos servicios hospitalarios, apagones, déficit de aulas, alto costo de la vida, etcétera, se suman los efectos que perduran de las quiebras bancarias, las alzas petroleras, la criminalidad y la infuncionalidad  de los poderes públicos que han continuado retrasando la prevista reforma tributaria.

La navidad debería ser tiempo de paz y amor, y no de fiestas y gastos caracterizados por excesos contrarios a la fraternidad y al bienestar.

Algunos desbordamientos que han caracterizado a  diciembre terminan siendo fuentes de pesares adicionales al común de la gente.

Es tradición para los días que corren suplicar treguas políticas, aspiración que choca  con la realidad de que nos encontramos en  vísperas de unas elecciones que motivan miles de aspiraciones que son a su vez reflejos de muchos  intereses.

Es difícil creer en las buenas intenciones de quienes invierten en campaña lo que jamás recuperarían a través de la formalidad de los sueldos a que tendrían acceso.

Y es legítimo dudar de la procedencia de los cuantiosos recursos lanzados al proselitismo si los candidatos tienen sus cordones umbilicales  financieros conectados al Erario y al Poder.

-II-

Bien merecería la Nación que se detuviera por un tiempo la ambición y el dispendio que se revelan en la carrera por  alcanzar cargos electivos.

Pero sería socialmente dañino que en los comportamientos colectivos de ciudadanos se olvidara demasiado que el llamado sueldo trece debe ser administrado con responsabilidad, no como motivo para endeudarse más, sino básicamente para compensar las insuficiencias del resto del año, y  para preservar las posibilidad de crédito o para invertir en bienes duraderos imprescindibles para mejorar la calidad de vida.

El despilfarro está rodeado de peligros, pues diciembre es un mes de zafra para los especuladores y oportunistas. Aparte de que  se vive un tiempo en que  los asaltantes y estafadores se ponen al asecho además de que abundan los violadores de las leyes de tránsito que bajo los efectos del alcohol provocan accidentes.

-III-

La sociedad dominicana, lógicamente, no está constituida exclusivamente por ciudadanos constreñidos en el ingreso.

Algunos segmentos, aún siendo minoritarios, alcanzan mayores holguras con motivo de las celebraciones navideñas.

Aquellos que reciben más deberían sentirse muy obligados en estos días a practicar la caridad.

Su caridad no sería, en modo alguno, la respuesta definitiva a las milenarias necesidades e injusticias de esta parte de la isla Hispaniola.

Pero es evidente que cuando muchas manos se extienden desde la suficiencia hacia la pobreza, crecen las posibilidades de júbilo en los corazones de los preteridos

A diario lo vemos; aquí, allá y acullá, la generosidad sacia estómagos, sana cuerpos, protege hogares, genera becas, alivia el pesar de ancianos pobres y lleva pan a mesas de muchos otros desposeídos. Practiquemos con ahínco la solidaridad en estos tiempos difíciles.

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