Dictadura, anarquía y democracia

Dictadura, anarquía y democracia

Luis Scheker Ortiz, Nuevo Coordinador General de Participación Ciudadana.durante un encuentro de Red de Coordinación Urbano Popular el Hotel Santo domingo de la Republica Dominicana. 27 de noviembre de 2008. Foto Pedro Sosa

Vivimos tiempos tormentosos. Pero no en dictadura. Nunca antes en la historia de la humanidad, tantos países habían sido tan afectados en conjunto y de manera inmediata por semejante pandemia, el covid-19. Un virus mutante, letal, contagioso, desconcertante que todavía su origen se cuestiona. Científicos e investigadores de distintas latitudes no aciertan cómo combatirlo mientras contagios y fallecimientos aumentan y la vacuna salvadora no llega. La situación crea un estado, individual y colectivo depresivo de ansiedad, angustia, inseguridad, miedo, impotencia, desesperación con daños a la salud mental y física, desempleo, cierre de negocios, crisis económica, restricción de libertades, aislamiento social y anarquía.

En nuestro país y en países del entorno continental, durante el pasado siglo y en tiempo atrás, no conocían tantas calamidades juntas. Su mayor fatalidad son las dictaduras, el dominio absoluto del Estado por un mando todopoderoso, cruel, violento y represivo, la mayoría promovidas por militares y apoyados por el imperialismo norteamericano y sus lacayos siendo nuestra peor tragedia. Muy pocos son los pueblos que no hayan padecido férreas dictaduras que pretenden disfrazar su ambición de poder y dominio exaltando como virtud demagógicamente el orden, el progreso, el desarrollo y la paz. En regímenes dictatoriales, esos valores auténticos no existen. Tampoco la anarquía.

Anarquía significa desorden, falta de autoridad. El reino del libertinaje, la confusión, el caos. Totalmente distinto a la rebelión de los pueblos contra la tiranía planificada, organizada y decidida por valientes combatientes amantes de su patria, libre y soberana, por un destino mejor a sabiendas que su lucha tiene una única respuesta: el exilio, destierro, represión, cárcel, torturas. “Libertad o muerte”, no hay otra alternativa. Ajusticiado Trujillo, el pueblo dominicano supo rebelarse contra el funesto golpe de Estado, 1963 y la odiosa dictadura balaguerista, impuesta por el Imperialismo: el 24 de abril 65 y 3 de febrero73, pasan a la historia, porque las luchas emancipadoras no terminan.

De un tiempo acá medios de prensa destacan frecuentes enfrentamientos violentos en la vecina República de Haití. Grupos anárquicos, desenfrenados, pugnan por la destitución y salida de sus gobernantes, alentadas por sectores radicales de extrema izquierda. El ejemplo de Trump se repite en menor escala cuando una turba fanatizada capitaneada por el diputado Botello y el inefable padre Rogelio con palos, piedras, botellas se lanza contra el Congreso Nacional. No confundamos libertad con tolerancia. Esos brotes anárquicos hay que detenerlos con autoridad y firmeza, dando un ejemplo aleccionador.

La democracia es el gran ideal. Vivir en democracia es vivir en armonía con apego estricto a la Constitución que propugna por la igualdad de todos ante la ley, el respeto a los derechos fundamentales, independiente de condición social, creencias políticas o religiosas, siendo deber moral y cívico de todo ciudadano velar, denunciar y rechazar la conducta indecorosa de malos gobernantes y funcionarios públicos. Las manifestaciones de la Marcha Verde contra la corrupción y la impunidad sirven de ejemplo. Sin violencia ni restricciones, pero con firme voluntad logra con el pueblo su objetivo: desplazar el Gobierno del presidente Medina y del PLD. Con sus votos en las urnas, dio vuelta al ovillo. La Democracia es nuestro supremo compromiso a mayor escala.

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