Diez panfletos

Diez panfletos

UNO

La tiranía está oculta bajo la ficción democrática. Yo te ofrezco la libertad, la justicia social, todo lo que tu alma anhela; pero las cosas siguen siendo igual porque la política es la habilidad de maniobrar las apariencias. ¿No es eso lo que hemos vivido desde el ajusticiamiento de Trujillo hasta nuestros días?

Cada época tiene sus características propias, la lucha por la justicia adopta muchas formas diferentes de manifestación, pero la historia del pueblo dominicano no es sino la repetición del mismo sueño y la reiteración de la misma realidad.

Y no es que yo sea pesimista, o que me haga daño leer a Ciorán, sino que uno se cansa de ver los mismos mentirosos, los mismos farsantes, los mismos cínicos, los mismos ladrones, los mismos “jueces” prevaricadores, los mismos “iluminados” que llegan disfrazados de novedad y terminan siendo lo mismo. Esta es la triste contabilidad de la mentira de un país desvencijado, pero uno no puede abandonarse a la sumisión ciega y frustrada.

Es así como pienso, obstinadamente, hasta que el ángel venga.

DOS

Ciento setenta y un años de vida republicana, más de ciento veinticinco de autoritarismo pleno, y un cúmulo incontable de decepciones históricas, obligan a que los pendejos (que somos la mayoría) tomen la palabra, así solo sea simbólicamente. ¡Pendejos, hablen!

TRES

Quizás las tantas burlas de los políticos dominicanos hagan pasar a los pendejos de objeto a conciencia, y los lleve a ver el rostro de su rebelión.

CUATRO

¿Hay algo que crece en el silencio de observar callados a tantos turpenes que se roban el patrimonio público sin que la justicia centelleante de los hombres y las mujeres les alcance la solapa del saco mal habido?

CINCO

¿Capa a capa, qué puede surgir de un estudio sociológico que saque a flote el esquema organizacional del poder y los nuevos ricos en la República Dominicana de hoy? ¿Un país tan pobre, con un PIB tan modesto, con una incidencia de la corrupción tan desproporcionada; podrá sobrevivir a sus depredadores?

SEIS

¿Qué suma de felicidad ciudadana se pudo haber conseguido con lo que se roba la corrupción endémica de la nación dominicana? Uno lo mira en la distancia y observa el gestuario del desapego con que funciona el autoritarismo, porque la corrupción es una constante tan reiterada en nuestra historia, que los cínicos proclaman que es genética. Pero es un conformismo criminal dejar que los políticos personalicen la riqueza social apropiándose de ella.

SIETE

¿Qué es lo que discurre de Santana a Báez, de Ulises Heureaux a Mon Cáceres, de Trujillo a Balaguer, de Balaguer a Leonel, de Leonel a Hipólito, etc. No es esa constante histórica la que recogerán los gobiernos del Partido Reformista, los del PRD, y los del PLD: el Estado como patrimonio del partido, la riqueza social, colectiva, mágicamente fundida en el despliegue de la laboriosidad del mandatario. En rigor, en toda la vida republicana de los dominicanos nunca ha existido una separación de la hacienda pública y los bienes de los caudillos, la concepción patrimonial del Estado ha abierto las compuertas de un cierto mecanismo redistributivo, que permite a altos funcionarios, medios y pequeños, apropiarse de un porcentaje de la riqueza social.

OCHO

En el país no hay un solo signo al que la idea de un Estado funcional ampare, tanto en el orden práctico como en el moral. Lo que rige, como si fuera una fatalidad histórica, es la concepción patrimonial del Estado, y su hermana gemela la corrupción; haciendo pequeños dioses de hombres y mujeres que nos dejan a menudo insatisfechos.

NUEVE

“La época de Conchoprimo” se llama al periodo que va desde la muerte del presidente Mon Cáceres (1911), hasta la intervención norteamericana de 1916. Es una metáfora de la historia personalista, sin instituciones, suspendida de la voluntad cesárea de un manigüero , ataviada siempre para el combate y la confrontación infinita. El peso de este símbolo en la historia nacional es desproporcionado, y no hay certeza si hemos salido de él. Luchar contra la corrupción es derrotar este símbolo nefasto de nuestra historia.

DIEZ

El juez: ¡Puta!

La puta: ¡Juez!

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