¿Diferente y típico?

¿Diferente y típico?

No se le ha puesto duro el cuello, a pesar de que ocupa una bien remunerada posición oficial. No sé si ha hecho muchos nuevos amigos, de esos que se arriman a los hombres con poder, para obtener de ellos ventajas de todo tipo, mediante el generoso empleo de la egocilina contenida en los elogios.

Pero conozco de su apego a los que le demostraron lealtad y afecto desde los días en que era un novel reportero de periódico.

En los actos públicos no adopta la expresión distante, como de esfinge, que asumen muchos de aquellos a los que un decreto presidencial conduce a la comodidad de una silla ministerial.

No ha abandonado las ideas progresistas que abrazó en los años del ardor juvenil, y que plasma en decenas de artículos en los diarios.

Se conduele del prójimo en olla, y su mano se tiende con la ayuda oportuna, pero alejada de la fanfarria publicitada de la filantropía, definida por Vargas Vila como la explotación de la piedad.

Las largas jornadas laborales no lo incomunican de sus relacionados, con la archiconocida frase que repiten diariamente cientos de secretarias de funcionarios: está en una reunión.

Continúa apegado a su esposa y sus hijos, y alardea con sus amigos acerca del carácter ortodoxo de su monogamia, diferente de muchos recién llegados al poder que de repente reparan en que sus compañeras de años de escasez aurífera “no los comprenden”, por lo cual se verán obligados a divorciarse.

Viste de manera sobria y sin ostentación, y su trato es afable y cordial con los empleados de los canales de televisión y las emisoras de radio a cuyos programas de entrevistas es invitado.

Por las razones expuestas, considero que mi amigo se ha ganado el derecho de aspirar a una senaduría en las elecciones del año próximo. Pero serán los votantes mocanos quienes dirán si valoran las cualidades del doctor José Rafael Vargas.

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