Cada día le doy más gracias a Dios por haberme permitido salir de República Dominicana. Es lamentable ver cómo una tierra tan hermosa y de tanto potencial para un gran desarrollo y buen vivir, haya terminado en un lugar donde impera el terror, la angustia, el dolor, la desesperación, la falta de oportunidad, entre otras tantas cosas sumamente negativas.
Desde aquí leo los diarios y me espanto. Veo hoy más que nunca que los dominicanos están atrapados en un tormento que no les da respiro.
Yo mismo siento que me le escapé a algo terrible.
Sí, pues yo también luché contra la corrupción, contra lo mal hecho y nunca quise confabularme con lo perverso.
En dos ocasiones hubo planes para asesinarme y fui objeto de grandes y fuertes calumnias. Como comunicador choqué con intereses insanos capaces de todo.
Cuando laboré directamente en la planta de este diario, recibí muchas llamadas amenazantes y peligrosas.
Por varias ocasiones tuvo el señor director que hacerle directamente frente a quienes llegaban o llamaban al periódico molestos por reseñas que desnudaban maniobras oscuras en instituciones públicas y privadas. Y cuando salí de la sala de redacción para trabajar como relacionador público, entonces vino la persecución contra mi cargo.
Gentes del Gobierno determinaron que las declaraciones que salían de la institución a la que servía salían de mi pluma y manos.
Eran los tiempos cuando el partido dominante quería controlar (por la fuerza o compra de conciencia) todos los sectores importantes del país.
Fue muy fácil poner fin a la carrera que yo había llevado junto a más de 300 organizaciones de lucha contra la corrupción y a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).