Dificultades del cambio o ajuste de políticas económicas

Dificultades del cambio o ajuste de políticas económicas

JOSÉ LUÍS ALEMÁN, S.J.
Durante unos treinta años, aproximadamente desde los mil novecientos setenta hasta los dos mil, ser economista resultaba difícil por dificultades lógico/matemáticas. Aparentemente esas dificultades han mermado y la Economía ha perdido buena parte de su atractivo teórico. Menos teoría y más econometría computarizada.

Escribe un  conocido economista inglés, Deaton, en Newsletter de la Royal Economic Society de abril del 2007, refiriéndose a la Economía en los Estados Unidos que si “las tesis de los setenta eran análisis elaborados de Teoría de Precios basados en pruebas no lineares de máxima probabilidad, las típicas tesis de nuestros días usan poca o ninguna teoría, econometría mucho más simple y cientos de miles de observaciones”.

Aparentemente la gran variedad de programas econométricos computarizados y la riqueza de las bases de datos permiten que el economista, con poca necesidad de teorías económicas muy complejas (influjo de Sing), emprenda interesantes análisis de múltiples realidades (a lo Gary Becker) tales como pobreza, desigualdad, salud, crimen, educación, medio ambiente, desarrollo… La ventaja comparativa del economista estaría entonces en sus habilidades computacionales estadísticas y econométricas que lo hacen sentirse cómodo ante una ingente multitud de datos por su dominio de unos pocos principios teóricos.

Creo, sin embargo, que el economista nunca será solamente un técnico en computación con conocimientos básicos de comportamiento económico.

El acercamiento a la realidad, casi nunca puramente económica sino sociocultural, lo obliga a retornar a su estudio político y social  y a ofrecer a la sociedad asesoría para comprenderla y recomendaciones para mejorarla lo que a su vez implica opciones éticas. En el mismo número de Newsletter otro economista, Mansfield, nos recuerda que para lograrlo con cierto éxito tiene el economista que estar preparado para poder comunicar al público sus ideas y para saber transferir sus conocimientos a la realidad.

La dificultad de la Economía reside ahora en la multidimensionalidad del campo vastísimo que trata de entender y en el sentido de responsabilidad con que tiene que enfrentarla si quiere diseñar y proponer mejores políticas.

Probablemente la Economía por haberse acercado más a la realidad se ha convertido en una ciencia más demandante que nunca. Si esta afirmación es correcta para la teoría económica más valida aún resulta para la Política Económica que ya no se moverá en el espacio intelectual de una sola dimensión, la “puramente económica”, sino en la pluridimensionalidad de la vida. Conviene ver la diferencia entre el anterior y el actual paradigma.

1. Un vistazo a la política económica

a) Imaginemos los supuestos bajo los cuales se movía el economista a quien llegase la hora de diseñar una nueva política. Sin dedicar mucha atención a su verosimilitud y llevado, como todos, por la fuerza de una corriente raramente cuestionada, aceptaba que los políticos, los elegidos por el pueblo en un sistema democrático representativo, buscan el bien “común” y no su beneficio personal y que los burócratas encargados de ejecutar las decisiones de los políticos tratan de hacerlo obedientes solamente a su capacidad intelectual y técnica.

Políticos y burócratas se comporta “neutralmente” o sea sin dejarse influir por intereses personales, familiares, ideológicos, profesionales, religiosos, étnicos, etc. Buscan el bien común de todos los ciudadanos y para ello emplean los medios más eficientes.

Subidos, bien alto, en esa torre ascéptica de marfil, se ponían los economistas dos preguntas: qué hacer y cómo hacerlo. En países desarrollados sus respuestas al qué hacer se reducían a elegir entre tres posibilidades: estabilidad de precios, crecimiento económico y pleno empleo, condicionadas todas ellas a no empeorar la distribución del ingreso.

Más dificultosa resultaba la elección de cómo lograr el objetivo. En primer lugar nos preguntábamos cuáles eran las variables susceptibles de ser modificadas directamente por la acción del Estado que provocaban  cambios en el objetivo (“determinantes”) y cuál  parecía más importante. Tras esta elaboración teórico-práctica tratamos de probar estadística y econométricamente nuestra hipótesis midiendo en qué grado y con cuánta probabilidad cada determinante explica variaciones de las metas. Finalmente constatados los determinantes más promisorios y a menor costo los proponemos a los políticos para que tomen decisiones.

El proceso utilizado en países en desarrollo era esencialmente el mismo sólo que los objetivos y los determinantes se mostraban más esquivos por comportamientos menos definidos. La dualidad de actores sector moderno y sector tradicional (informal o pobre), el diverso nivel de escolaridad y la ausencia de una cultura técnico-económica similar a la de los países desarrollados (aquellos en y para los que se fue desarrollando la teoría económica) obstaculizaban cadenas de razonamiento con definidos eslabones secuenciales. De todos modos, aunque la ignorancia era grande seguíamos el mismo camino: elección del fin (crecimiento económico o desarrollo humano), determinantes, análisis econométrico.

b) A pesar de la complejidad de la tarea de formulación de políticas económicas la realidad lo es en mucho mayor grado.

Cualquier político sabe muy bien que la realidad difiere de la supuesta por una economía orientada al bien común. Los políticos en un  sistema democrático representativo y en sociedades que venden sus imágenes están obligados a tener en cuenta los intereses, “materiales” e “ideológicos” de toda especie de su clientela y a prestar atención a las opiniones no menos interesadas de sus dirigentes de base.

Por eso más que proponerse a secas el bien común, el de todos o al menos el de las minorías (¿?) especialmente excluidas, tratarán de acercarse a él limitados por la necesidad de no perder el apoyo financiero de sus interesados mecenas, de sus dirigentes de base y  de la opinión pública.

En consecuencia nos vemos obligados a aceptar que no existen solamente dos actores –los políticos y los burócratas- empeñados en el bien común. Ellos, los partidos, los medios de comunicación, las iglesias, los gremios… buscamos también (¿?) nuestro muy particular bien personal o grupal y presionamos a aquellos para que deciden a favor nuestro o al menos no en contra nuestra. Actualmente la teoría de la “Decisión Pública” (Public Choice) estudia el complicado proceso de formulación y evaluación de políticas económicas en una sociedad con tantos actores y finalidades. La política económica necesita entonces la visión sociopolítica amplia, no solo “económica”, propia de la Economía Política en sus tiempos fundacionales.

Hoy en día el objetivo ético de los políticos más que el bien común debe ser un manejo de intereses propios y ajenos  tal  que la sociedad en conjunto acepte programas económico-sociales mínimos que beneficien a todos sin cuestionar la existencia de nadie, y la aceptación sincera y sin uso de recursos públicos de decisiones electorales de los ciudadanos.

2. Lógica de cambios o ajustes de políticas económicas.  

Como todavía es demasiado pronto para comprender a fondo el comportamiento colectivo de una sociedad, podemos usar como sustituto taquigráfico la experiencia histórica de los procesos de ajuste  dominicanos.

a)   La primera enseñanza que nos brinda la experiencia, en ningún modo privativa de República Dominicana, es la eficaz resistencia a ajustes de política cuando la situación económica parece  buena o al menos tolerable aun si se sabe que en ella actúan fuerzas subterráneas deletéreas. Brevemente: los ajustes solamente  son posibles si lo impone  la necesidad sobre todo la financiera del país visible en devaluación masiva de la moneda y en una seria recesión general.

No era, por ejemplo ningún secreto que la práctica usual de la banca comercial de prestar a personas o instituciones vinculadas por cargos administrativos, de amistad o de sangre y de renovar los préstamos  cuando existiese incumplimiento de los términos originales de financiamiento constituía una clara invitación a un desastre por iliquidez bancaria. Fue necesaria  la catástrofe del 2003 para poder reformar las políticas bancarias y para practicar su estrecha supervisión.

  Todos sabemos los peligros para la futura estabilidad cambiaria de la multiplicación de préstamos externos. Todos sabemos que la construcción de un Metro impone costos de oportunidad severos para la educación y la salud pública condiciones normales de todo crecimiento económico.

b)   Una segunda lección histórica nos indica que aun en caso de necesidad nacional algunos ajustes son más fáciles de aceptar que otros aun cuando éstos urjan más.

Los ajustes monetarios anteceden en facilidad de aprobación  a los fiscales; los  presupuestales del gasto a los impuestos, la liberación financiera a la comercial de bienes y servicios, la congelación de, los salarios a impuestos sobre la renta, etc.

Obviamente la gradación de estas dificultades tiene que ver más con la “calidad” de los afectados que con su número. Los grupos económicos dominantes, las elites de Pareto, influyen en grado notable  sobre la opinión pública a través de los medios de comunicación social. Las políticas adversas a esas élites tienen tanta prensa a su favor que hasta  muchos “neutrales” e incluso pros pobres se inclinan a apoyarlas de modo continuo  para evitar un empeoramiento de la inversión y consecuentemente del desempleo, algo que obviamente puede ser cierto.

c) A pesar de la importancia de los intereses contrapuestos de los sectores sociales pesa más para la aprobación de políticas de ajuste  la presión de organismos externos e internacionales. Los Gobiernos de países pequeños como nosotros empeñados en mejorar el Standard presente de vida tienden a sobre endeudarse en moneda extranjera especialmente en estos años de gran liquidez internacional y bajos intereses en los países ricos. Cuando no podemos honrar nuestras obligaciones financieras por razones internas (políticas fiscales irresponsables, quiebras bancarias) o externas (subida del precio del petróleo, recesión en Norteamérica), culpables o no, quedamos al garete en manos de nuestros acreedores y de  organismos monetarios multinacionales.

     De hecho los muy profundos ajustes bancarios y fiscales puestos en marcha desde el 2004 hubieran sido inalcanzables o mucho más tímidos sin las exigencias, económicamente razonables por cierto, del FMI. El acuerdo DR-CAFTA fue aprobado a pesar de algunos intereses nacionales contrarios no sólo por la ya inminente crisis de las zonas francas y la probabilidad de quedar excluidos de muchas inversiones norteamericanas sino por la presión de los Estados Unidos empeñados más que en logar para ellos cuestionables ventajas comerciales en ir tejiendo una amplia red de acuerdos bilaterales que abarquen a la mayor parte de América Latina.

3. ¿Quedarán los ajustes?

Los ajustes hoy convenidos por ley y acuerdos  pueden ser anulados o modificados sustancialmente por futuras decisiones de los tribunales, por malas prácticas administrativas o por simple inobservancia.

a)  La vuelta al pasado se hace más difícil en la medida en que dure más   la crisis  y más tarde  la recuperación económica. Esta hipótesis se apoya en que durante el tiempo inmediatamente  posterior a los ajustes éstos tienden a observarse mejor y en que una vez acostumbrados los actores a su cumplimiento, por poco simpáticos  que inicialmente  fuesen, darles  marcha atrás implicaría  volver a quebrar  las reglas de juego.

      Una mayor profundidad de la crisis  vivida ayuda al mejor mantenimiento futuro de los ajustes. En República Dominicana hasta 1990 el no pago de la deuda pública externa, el abandono de la  paridad del peso con el dólar y la  negación a acudir al FMI  eran considerados principios irrenunciables de la política nacional. Las crisis profundas de 1985 y 1990 mostraron la contingencia de esos supuestos y a partir de entonces los ajustes exigidos para salir de ellas se han mantenido en su esencia

     Probablemente pasará lo mismo con los ajustes bancarios  acordados tras la crisis del 2003.

b) Tal vez la inobservancia  por parte de  gobernantes y altos funcionarios  de los ajustes, no la negación ni la modificación de los mismos, sea el arma más poderosa en el arsenal antiajustes. El incumplimiento resta credibilidad social a los ajustes y dificulta su incorporación a la “subcultura” del comportamiento económico. Paulatinamente la mala práctica  se impone a la teoría; la realidad a las ideas. Estas suenan a palabras sin contenido real. Reina el nominalismo.

4. Conclusiones

Los ajustes desgraciadamente se hacen en las crisis aunque se pueden preparar en los períodos de relativa abundancia.

Los ajustes siempre son dolorosos porque se oponen al modo de actuar predominante en un tiempo y lugar.

Unos ajustes son más fáciles que otros.

La mayor parte de los ajustes tienen como objetivo combatir prácticas económicas insostenibles.

Por eso los ajustes tienden a conservar su vigencia aun después de  las crisis.

La manera más fácil y poderosa para combatir los ajustes logrados no está en su negación sino en su inobservancia. La inobservancia sistémica impide la incorporación de las lecciones de los ajustes a la cultura económica.

La pérdida de vigencia de los ajustes es el caldo de cultivo de futuras crisis.

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