¿Cuáles es su caso?, pregunta el operador del Sistema Nacional de Atención a Emergencias y Seguridad 9-1-1. -Tenemos una persona en estado vegetativo que esperan en el Mocoso Puello para tratarle una úlcera y sopesar internamiento. -Eso no es nuestro, es del Crue (Centros Regionales de Urgencias y Emergencias Médicas).
Como en un juego sádico, al llamar al otro órgano a los parientes de Juan Pablo López les afirmaron que competía al primero, porque su función es trasladar pacientes para citas o de un hospital a otro.
Después de mucha insistencia, llegó una ambulancia del 9-1-1 pero rehusaba llevar al anciano, solo sacado de su precaria vivienda 45 minutos más tarde y tras una larga discusión telefónica entre los socorristas de las dos entidades, sobre a quién le tocaba esa labor.
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La línea difusa entre la función de los organismos afectó más a Mirtha. Cuadripléjica tras un accidente cerebro vascular, alimentada por una sonda que su nariz expulsó a las 6: 00 de la mañana. El 9-1-1 rebotó a la familia al Crue y viceversa y, tras mucho ruego, acudió una unidad del primer organismo a la que no conmovió la chica.
Imposibilitada de hablar y por tanto de reclamar un trato digno, la muchacha vio partir al deshumanizado equipo que no pensó en su cuadro, resuelto siete horas después, gracias a un médico que asistió a la casa, contactado por dirigentes comunitarios del empobrecido sector.
La madre lamenta que la confusión en la que trabajan esas dependencias lesione los derechos de los que más requieren protección y los denigre.
“Siempre los pobres somos los que perdemos en todo. Pasó hambre hasta la 1:00, porque esa gente del 9-1-1 no quiso llevarla a ponerle un levin y nos mandaban a llamar al otro lado, que fue donde nos dijeron que le correspondía a ellos”, expone, todavía angustiada por lo vivido.
La activista barrial Luciola Gómez no entiende cómo es que el personal de esas intuiciones no sabe qué le toca a cada una y la gente carenciada sea la que pague esa ineficiencia, ese accionar humillante que aumenta su riesgo.