“DIJE ADIÓS A LOS TOMATES Y SALÍ SEGUIDO PARA SANTO DOMINGO”

“DIJE ADIÓS A LOS TOMATES Y SALÍ SEGUIDO PARA SANTO DOMINGO”

“El presidente Juan Bosch era de doble carácter, temperamental, de días, muy aferrado al individualismo de su liderazgo. El grupo que encabezábamos Rafa Gamundi y yo, teníamos contradicciones con él y nos expulsaron del partido”.
Napoleón Núñez hace la consideración luego de relatar experiencias de los siete meses de Gobierno del laureado intelectual, tan apegado a los principios democráticos que no aceptó la renuncia de Belisario Peguero, jefe de la Policía, cuando limpió el escritorio para irse ante el inminente Golpe de Estado, “ni movilizó a ningún militar” conspirador.
“En una reunión en el Palacio Nacional me dijo Belisario: ‘Hace tres meses que recogí esperando que me quitaran, pero Bosch dice que la Constitución no lo permite”.
Considera, además, que el exgobernante nombró ministros “que no respondían a los lineamientos del PRD”.
Para demostrar la amenaza por la debilidad en que se encontraba la gestión, narra la necesidad expresada por Diego Guerra: un arma y la actitud de Peguero cuando le ocuparon la de Núñez en un registro en la autopista Duarte.
-Yo tengo una pistola 45 en Bonao, es mi morena y no quiero salir de ella, le contestó Polón a Guerra. La buscó y al retornar lo detuvieron en un puesto de registro y pese a identificarse como funcionario no se la entregaron. Invitó a los oficiales a acompañarlo al despacho de Peguero.
-León (así llamaba Napoleón a Belisario), yo necesito recuperar mi arma.
-Está bonita, empavonada, pero de la única manera que la recobras es si el Presidente lo autoriza, contestó. “Estamos hablando del jefe de la Policía, y no accede”, comenta Núñez significando que Peguero, al que se atribuyen actos de corrupción mientras dirigió la institución, actuaba de ese modo para entorpecer cualquier acción a favor de Bosch. Meses después sería uno de los firmantes del documento que justificaba el golpe.
El golpe de Estado. “La noche del 24 de septiembre de 1963 conversábamos Frank (Peña Gómez) y yo en el malecón, analizábamos el estado de conspiración en que estaban los militares, comentábamos que Bosch tenía oportunidad de pronunciarse y no lo hacía. Nos despedimos. Él se fue a su vivienda de la avenida San Martín, en los altos de donde vivía Fernández Mármol, y yo a la mía”, cuenta.
Revela que alrededor de la una de la madrugada se presentaron en su domicilio Héctor Cabral y José Eligio Bautista (Mameyón), anunciándole: “¡Napoleón, el Gobierno está en el suelo, nosotros andamos movilizándonos! ¡Juan Bosch está preso!”.
Fue donde Peña: “¡Compay, tumbaron el Gobierno!, vamos a confirmar”.
-La mejor forma es yendo a casa de Juan Bosch, en la Lope de Vega, replicó Peña, pero cuando llegaron, a pesar de haber sido asiduos en la residencia, el guardia los trató con brusquedad. “¡No hay entrada para nadie!”.
Se dirigieron al Palacio y una esquina antes de llegar, Freddy Majluta los detuvo: “El Presidente está preso, mi hermano Jacobo y otros funcionarios están presos, ¡no hay nada que hacer, el golpe está dado!”.
Entendieron que “siendo Ángel Miolán el segundo del partido, no un alcalde pedáneo”, debían contactarlo en la embajada, donde le informaron que estaba, pero en el camino se encontraron con “un sindicalista de la reacción, Robinson Ruiz López”, que tuvo palabras burlonas hacia ellos, expresa.
– ¡Yo lo medí, y le di esa trompada!
Las denuncias. Napoleón Núñez, hoy alejado y olvidado pese a haber librado tantas batallas por el establecimiento de la democracia en el país, había impartido cursos de adiestramiento a campesinos, y dos antiguos discípulos, “Ramonita y Nassim Hued”, lo acogieron.
“Y ahí ellos, Washington de Peña y Esperanza, su madre, Frank y yo empezamos a hacer contacto con el mundo para denunciar lo que había ocurrido. Se nos unieron los hermanos Juani, Cristina y Virtudes Uribe, nos facilitaron máquinas y mimeógrafos y comenzamos a imprimir volantes contra el golpe, a hacer llamadas telefónicas, porque nadie sabía nada. Peña y yo pudimos reunir diputados, senadores, personalidades”.
Recuerda a Milagros Ortiz y Juan Basanta y comenta que en la casa de los Hued “se creó el primer contacto con los militares que estaban con Bosch, como Rafael Tomás Fernández Domínguez y otros”.
“Ahí es que se inicia el movimiento constitucionalista, después se planteó el regreso de Bosch y empezó el reclamo de la vuelta a la constitucionalidad”, asevera.
El rebelde hijo de Bonao demostró su intrepidez en la conspiración contra el triunvirato. Formó el “Frente 5 de Julio” para apoyar la guerrilla de Manolo Tavárez, que iba a encabezar Rafa Gamundi, y él sería el sostén logístico en las ciudades, pero este soporte se frustró.
Se reunía con militares a través de Randolfo Núñez Vargas, “que tenía la jefatura de los tanques”, y con otros apostados en el Palacio.
Gamundi y él estuvieron a punto de perder la vida al intentar sacar gasolina almacenada en un lugar. Pudieron huir, dejando atrás “el humazo”. “Había fósforo blanco, explosivos y municiones, era un polvorín que no conocíamos. Todo se quemó”. Llevaban meses conspirando para reponer a Bosch y pretendían preparar bombas Molotov.
Nassim Hued fue interrogado por el suceso y dijo a los bomberos que allí no había pasado nada. “Si la gente del triunvirato se hubiera enterado, el resultado no sería bueno, iban a involucrar a diputados y senadores. Si no asume esa actitud nos apresaban y nos deportaban acusados de conspiración y tenencia de material bélico”.
Retornó a Bonao y aunque en apariencia se dedicaba a recoger tomates, era el líder de una acción en el Cibao para traer a Bosch. Le acompañaban Augusto Núñez Saviñón, “el doctor Luna, odontólogo”, Oscar Rosario y Antonio Paulino. Bonao, dice, estaba a la vanguardia en ese reclamo y fue imitado por muchos pueblos. “En ningún momento pensamos en movimiento militar o en guerra, sino en presión con huelgas” y movilizaciones. “Hacíamos señalamientos con fogatas en campos aledaños a Villa Altagracia para que Bosch aterrizara por la noche en avioneta o helicóptero. Se hizo también en el Sur, pero no vino, él tendría sus razones”.
Manifiesta que cuando se produjo el golpe “teníamos una salida democrática: proclamaríamos a Juan Casasnovas Garrido, presidente del Senado”. No se logró.
Sembrando tomates “Manaluz” en una parcela de la Reforma Agraria que le prestó Rafael Calderón, le sorprendió en su radito la voz de Peña Gómez que “con esa elegancia y esa valentía” puso en el aire La Marsellesa y anunció que el capitán Mario Peña Taveras había hecho preso a Mario Rivera Cuesta, Jefe de Estado Mayor del Ejército.
“Dije adiós a los tomates y salí seguido para Santo Domingo”.

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