Dilema: poder de mando

Dilema: poder de mando

JUAN D. COTES MORALES
Es de mi mayor consideración ofrecer al ilustrado presidente Leonel Fernández Reyna la misma reflexión de Ritcher con la cual traté de agradar a mi amigo Hipólito Mejía a la semana de su toma de posesión: “Es preciso no gobernar demasiado, no multiplicar nunca los mandatos, ni repetirlos sin necesidad. Todo buen gobernante economiza su poder de mando y jamás lo emplea todo de una vez”. ‘Pas trop gouverner.’ Pues el mismo Richter nos advierte que los relojes se atrasan cuando se les da cuerda, y, asimismo sucede con los niños en las escuelas y con los adultos en todas las actividades de la vida.

Es cierto, real y posible que el presidente Leonel Fernández en ejercicio de sus elevadas funciones de jefe del Estado tenga dilemas para designar a una persona o para disponer alguna medida en pro o en contra de una determinada situación. Si eso le ocurre algún día al gobernante, me complace sugerirle no inquietarse ni pensarlo mucho, pues, un dilema es una razón excepcional e interesante que en ocasiones se presenta en las personas que tienen la frecuencia de su sensibilidad espiritual muy elevada.

Durante muchos años hemos soportado y sufrido la malversación de la moral pública negando sistemáticamente la existencia del ciudadano perfecto, leudando los afectos personales para crear dentro del esquema de la ficticia y sensible clase media a ciudadanos de segunda clase en una sociedad realmente de segunda mano donde solo nos queda compadecernos los unos a los otros y crear con el sufrimiento y las necesidades nuestra propia ideología.

Durante la década anterior (1990-2000), la economía y sus índices de crecimiento fueron sostenidos por encima de los observados en América Latina que le permitieron tanto al doctor Balaguer como al doctor Fernández Reyna mantener la estabilidad macroeconómica sin perjuicio de lo que fue menester y preciso invertir en las obras públicas y de interés social.

Nuestras carencias y necesidades, hoy son más acuciantes porque disponemos de menos suministro de energía, la inflación sigue creciendo dramáticamente y casi parejo con el desempleo, el deficiente y precario sistema de salud pública, la violencia social y la inseguridad ciudadana junto a la crisis bancaria, la devaluación de nuestra moneda y los aumentos en la pobreza, la mortalidad infantil y la malversación de la moral pública hacen que todos nos sintamos hastiados, incapaces, indefensos, inseguros, desprotegidos, desesperados, burlados y esquilmados.

Corresponde por nueva vez al presidente Leonel Fernández ser el interlocutor del Estado y del pueblo dominicano. El sabe que este período es y será totalmente diferente a su anterior mandato y que de sus ejecutorias y elevada prudencia dependerán las virtudes cívicas, la paz social y la unidad y concordia de la familia dominicana.

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