Dilemas éticos y políticos del aborto

Dilemas éticos y políticos del aborto

No creo que nadie, creyente o no creyente, pueda abordar sin grandes tensiones éticas o morales el tema del aborto. Cuando una mujer, sobre todo adolescente, se encuentra ante el drama de tener que abortar, independientemente del carácter de sus motivaciones, enfrenta la realidad de este drama.

En el seno del mundo religioso, no hay unanimidad sobre cuando comienza la vida humana y lo mismo podría decirse, en gran medida, en el llamado mundo de la ciencia. Tanto en el uno como el otro, el tema es en esencia una cuestión de valor, de ética y por tanto de creencia y cuando de eso se trata, nadie tiene derecho de imponer su creencia o su convicción a otra persona o una comunidad de personas.

En tal sentido, el tema del aborto es de estricta incumbencia de la mujer que se sitúa ante la coyuntura de practicarlo o no. Nadie, creyente o no creyente, niega el aserto de que ningún ser humano expresa plenamente su condición de tal si se le priva de la libertad de elegir lo que realmente valora útil o apropiado y de su estricta incumbencia.

Una Constitución es un proyecto de sociedad, en la cual debe consagrarse la libertad de cada quien expresar y vivir de acuerdo a sus creencias en los ámbitos de la religión y de la ideología, por lo cual, consignar principios que sólo lo son para una parte pretendiendo que lo asuma el todo es una arbitrariedad propia de la época del oscurantismo medieval.

Cuando el Presidente de la República envía un proyecto de Constitución con un preámbulo que dice que el legislador “invoca a Dios”  y con artículo, el 30, redactado con una concepción religiosa sobre la vida que ni Santo Tomás aceptaba como válida, está haciendo a todo el mundo vinculante a una idea que sólo lo es para una parte.

Cuando el cardenal López Rodríguez expresa su posición de que en la Constitución dominicana se consigne  la prohibición del aborto, que en  esencia implica una penalización a quien se someta a esa práctica, está pretendiendo que una posición de su iglesia, se le imponga a todo el mundo, creyente o no creyente, incursionando en un ámbito que no es de su competencia: el político.

Estas posiciones retrotraen al país a los tiempos de las “manifestaciones de reafirmación cristiana” le sirvieron a los sectores cavernícolas eclesiales y oligárquicos en 1963 hacer abortar, mediante un golpe de Estado el gobierno de Bosch, con nefastas consecuencias para la sociedad dominicana. 

Crean un clima de cruzada del que participan, ¡oh ironía! congresistas de los partidos Revolucionario Dominicano, y de la Liberación Dominicana, víctimas el primero del golpe de Estado del 63 y el fundador del segundo, el profesor Bosch.

Esas posiciones impiden que nos desarrollemos como un país moderno, donde impere la tolerancia, la separación de las esferas pública y privada y el libre ejercicio de las opciones de vida de todos y todas. Es hacia atrás que avanzamos.

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