Dilemas y desafíos del presidente saliente

Dilemas y desafíos del presidente saliente

Rafael Acevedo

La obra de gobierno de un presidente tiende a ser valorada con criterios en los que predominan las subjetividades, concepciones y estados mentales de las gentes, según posiciones de clase, ocupaciones, preferencias e inclinaciones personales y de grupo; y según las opiniones de expertos y opinadores de oficio, quienes tampoco escapan a las subjetividades y perspectivas propias de sus oficios.

En el caso del presidente Medina, es notable la gran valoración de la ciudadanía, según encuestas creíbles; una de las más altas para un presidente dominicano o de Latinoamérica. Muy por encima de los candidatos de su propio partido y de los opositores.

Sería útil, sin embargo, desarrollar criterios objetivos para valorar a los gobernantes salientes; lo cual facilitaría escoger mejor a sus sucesores.

Este gobierno, como casi todos los anteriores, ha estado marcado durante gran parte de su trayecto, por la corrupción administrativa; y muchos votan por el sucesor con la idea de que éste será un gerente más firme y pulcro de los dineros públicos. No obstante, la pauta cultural

criolla tiende a desligar al presidente, en lo personal, de dicha corrupción o, al menos, a no considerarlo el responsable principal.

La gente parece entender que las circunstancias de un gobernante, en un país como el nuestro, jamás han sido sencillas. Nuestros presidentes heredan corrupción e injusticias estructurales, inveteradas, contra las que normalmente poco puede hacer el mandatario de turno; quienes, generalmente, suben al poder asociados a espurios intereses locales y foráneos; resultado su ejercicio marcadamente débil, amarrado a situaciones y supuestos que son lastres del sistema operacional de la administración del Estado.

La popularidad de nuestros gobernantes siempre ha tenido que ver con la

construcción de carreteras y edificios. El presente gobierno ha privilegiado las edificaciones escolares; pero también la creación de empleo y de riqueza nacional, y los programas de combate a la pobreza mediante planes de salud y asistencia social muy diversificada. Y han mejorado los índices de distribución social de la riqueza.

No obstante, las trampas del sistema de corrupción están en acecho de salientes y entrantes. Pues no suele ser exitoso un candidato sin ofrecimientos demagógicos, sin negociar prebendas con los poderes económicos y los líderes locales que apoyan las campañas.

A nuestros gobernantes suele esperarles el descrédito. No solo durante la campaña que habrá de sacarlos del poder; sino que todo el

tiempo que esté desvinculado del poder. Con la misma saña y dureza como él mismo lo hiciera para convertirse en gobernante. Y le enrostran los incumplimientos: Como no haber cambiado las leyes que discriminan a pobres y grupos minoritarios; y las que para cambiarlas tuvo a menudo pues que sobornar legisladores y enfrentar grupos de interés.

Ver la retirada de alguien que algunas veces soñó con la gloria, que también por instantes la disfrutó, es un cuadro algo triste. Como también es penoso verlo tirar por el suelo honras y trofeos bien ganados.

Paradójicamente, por temor a la persecución y al descrédito, algunos presidentes salientes se han desprestigiado intentando, mediante

acciones no santas, apabullar oponentes y acallar multitudes.

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