Dilma y lo que se juega en Brasil

Dilma y lo que se juega en Brasil

Lo que se juega en Brasil, con la Presidenta Dilma Russeff, forma parte de un ejercicio de magia que oculta la realidad de las perversas intenciones políticas, puestas en juego para destituir la mandataria con malas mañas, con intenciones malévolas, mediante un juicio que pretende sacarla del poder para el que fue electa legal y legítimamente.
Este ejercicio de truchimanería ocultado bajo la cortina de la decencia, la honestidad, el buen ejercicio del mando, el manejo pulcro del presupuesto de la nación, forma parte de un plan que ojalá sea descubierto, antes de que se haya hecho un daño tan grande a la democracia brasileña, como la última vez que chocaron los sables y se entronizó aquella tiranía militar que tantos abusos, muertos, deportaciones, costó.
En este tiempo la conveniencia está por encima de la verdad, el quehacer de la marrulla del diestro maromero político ha sustituido el buen hacer, el buen actuar, para atrapar la opinión pública en las redes de sutiles telarañas de leguleyos, que intentan apantallarnos con bufonadas de las cuales ni siquiera ellos están convencidos.
Las trampas y juegos sucios que permiten tener mayoría en el Congreso Nacional niega, pervierte la democracia, al permitir que un partido, un gobierno, tenga la sartén por el mango y la use para dañar, para desconsiderar, para un ejercicio malsano del mando, de los recursos constitucionales y legales, con fines de mantener el manejo de la nación en manos de un partido o grupo creado al vapor.
La democracia debe crear y tener mecanismos que defiendan los derechos de todos, el acceso a la información que permita a cada quien tener la seguridad de que, tanto los dineros públicos como la garantía y salvaguarda de los derechos humanos y el ejercicio de la administración honesta, seria y sin privilegios, están en manos de funcionarios que no usen el gobierno y las leyes con fines de dañar y perpetuarse en el poder.
Las acusaciones contra la señora Russeff tratan sobre el tope del presupuesto en distintos renglones y apropiaciones de fondos tomados de una partida sobrancera, para satisfacer otras necesidades del gobierno. En ningún caso se ha dicho ni se ha demostrado que Dilma haya mal gastado ni malversado un solo real.
Para intentar sacarla de la Presidencia combinan los medios de prensa de la extrema derecha, personajillos tan desacreditados como el Vicepresidente Encargado, de quien sí se han presentado documentos que lo inculpan como corrupto y otros cómicos con poder legislativo.
En una palabra: la Presidenta Dilma Ruseff no ha prevaricado, ni siquiera se han atrevido a acusarla de corrupción. Su pecado, práctica corriente en el manejo presupuestario del Brasil, ha sido resolver un problema mediante la apropiación de fondos sin agotar los pasos debidos. ¡Qué barbaridad!

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