Dime con quién negocias…

Dime con quién negocias…

Cada cierto tiempo, de entre la floresta empresarial de este jardín tropical, surge algún escandalillo cuya raíz frecuentemente es algún contrato entre algún inversionista extranjero y alguna entidad estatal. En la desavenencia no es infrecuente que se pretenda involucrar a terceros ajenos por completo al asunto, pero es que jalar por las greñas a esos casi siempre tiene su “cocorícamo”…

Casi siempre funciona así: llega el foráneo inversor con una gran sueño y convence a algún avispado funcionario de la bondad de su idea, la cual para encaminarse requiere algún permiso especial, algún arrendamiento de propiedad o tierra del Estado, alguna concesión considerada. Hay que, para decirlo en criollo, acomodar, por no decir “acorar”, el asunto, que es todo lo contrario a lo que dice el diccionario.

Y a decir verdad, a mi me agrada que vengan hombres y mujeres de empresa a crear proyectos para generar empleo, pagar impuestos, aumentar la producción y que se ganen bien ganados sus pesillos, y hasta sus dolarillos. Hay innumerables ejemplos de excelentes ciudadanos corporativos que son bien acogidos en la República Dominicana y prosperan aquí como Dios manda.

 Por un tiempo, hace décadas, dediqué mucho esfuerzo a promover la inversión, local y extranjera, y tuve oportunidad de conocer bien cómo realizar lo que los abogados que hablan inglés llaman “duediligence”, o sea las gestiones debidas para conocer los detalles del negocio que se pretende hacer, sus antecedentes, su historial, sus referencias financieras y comerciales.

En aquella época ello implicaba llamadas a cámaras de comercio del lugar de origen del potencial inversionista, llamadas a banqueros y a autoridades, y en fin toda la habitual gestión necesaria para establecer conocimiento de quién o quiénes son las personas con quien se está tratando.

Ahora, el Internet es una poderosa herramienta para saber quién es quién. Difícilmente cualquiera puede desprenderse de su propia sombra o saltar fuera de ella. Los hechos de cada cual, buenos o de otro tipo, están a la distancia de una búsqueda de Google. El “guguleo” permite conocer casi al instante quiénes son los señores que se presentan a cualquier país en el rol de inversionistas.

Por eso los escandalillos a que me refiero en el inicio de este artículo son o deberían ser tan previsibles o prevenibles, porque enredarse con alguien cuya cola se conoce en la web es comprar un problema.

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