Dime por qué marchas…

Dime por qué marchas…

Dime por qué marchas y te diré quién eres. Hay un millón de razones para marchar. Desde el motivador: los escándalos de corrupción, hasta el deseo de desplazar al gobierno se suma, además, un país donde las figuras impositivas recaen, casi por definición, en la clase media, que juzga desde lo aspiracional que caracteriza sus necesidades materiales, y no desde los logros (por difíciles que resulten alcanzarlos) que pueda enseñarse desde una gestión de gobierno.
Tómese educación, por ejemplo, hay mejorías: casi duplicar el gasto de los años anteriores, consignándose el compromiso del 4% del PIB, una alta cobertura en educación primaria, una mejoría notoria en la cobertura de la educación secundaria, una mejoría en casi la totalidad de los planteles los nuevos y los existentes, aumento en la cantidad de maestros y en sus condiciones de vida, la incorporación de más tandas extendidas; no menos cierto es que las clases de mayores ingresos no reciben una retribución por sus impuestos. Las clases medias bajas han empezado a migrar a la escuela pública, no así las de mejores ingresos.
Lo mismo en salud pública, donde hay notorias mejorías, el hecho de que la infraestructura y atención de muchos hospitales emblemáticos no significa que en el bolsillo de los que pagan más impuestos se asocie esa mejoría con mejor atención médica. Después de todo la seguridad social está resultando una doble carga para la mayoría de los asalariados (y sus empleadores) a casi cualquier nivel de ingreso. Así, en la era de la posverdad, se les hace más caso a las filtraciones en medio de un diluvio que al hecho de que no hay precedentes en la mejoría de la infraestructura y servicio hospitalarios.
La estabilidad macro-económica se da por descontando como si realmente fuera algo natural o producto de la intervención divina. El crecimiento económico, la inflación en parámetros sanos, la devaluación por debajo del promedio de la región no es algo que se tome como un logro del gobierno, no tanto porque se entiende que no se aplaude lo que se supone es su responsabilidad, sino más bien porque olvidamos el dolor que se tiene en las crisis de inestabilidad, lo difícil que es recuperarla, y nos acostumbramos muy rápido al dato. ¿De qué sirve la estabilidad si no hay un peso más para mí?
El hecho de que en el 2004 tuviéramos 50% de pobreza y hoy la tengamos en un 30%, que en los años 90 hubiera más del 30% de desnutrición, y hoy haya disminuido a cerca de un 12%, no es algo que aminore los escándalos de corrupción especialmente en una clase media, que no recibe beneficios tan directos de lo que el país ha avanzado y descree, o aspira, de los que sí percibe. Al parecer, los sectores de menores ingresos están recibiendo una parte de las mejorías alcanzadas.
Hay muchas razones para marchar. Creo que el propio gobierno lo sabe. Aunque dentro de las razones haya mansos y cimarrones, más ricos o menos, e independientemente de lo que el gobierno pueda (y deba) hacer para legitimarse y mejorar, y sin obviar la exigencia de cambio… no hay que perder de vista que los que quieran venir deben ser mejor, con propuesta tangibles. Más allá de la indignación y de afirmaciones sin contexto sigue siendo válido aspirar a más sin dejar de reconocer lo alcanzado. Después de todo no es sólo el gobierno… nos ha costado a todos.

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