Dimensión Americana de Pedro Henríquez Ureña

Dimensión Americana de Pedro Henríquez Ureña

Diomedes Núñez Polanco

-y IV-
Juan Bosch narra su encuentro con Enrique Cotubanamá Henríquez, hermano de Pedro Henríquez Ureña: “Entre las cosas que dijo la que me impresionó fue su oferta de escribir todo lo que se refiriera a la base ideológica o doctrinaria del Partido Revolucionario Dominicano”.

La Revolución mexicana había impactado todo el continente americano, pero dada la relación de Henríquez Ureña con ese hecho histórico es de colegir que su hermano Enrique Cotubanamá, al momento de proponerse la creación de un partido para combatir la férrea tiranía trujillista tuviera presente no solo al Partido Revolucionario Cubano, fundado por José Martí, en abril de 1892, sino también mucho de los postulados de los revolucionarios mexicanos.

Además, Juan Bosch y Henríquez Ureña se encontraron en La Habana, a principios de 1941, cuando Pedro regresaba a la Argentina, luego de dictar sus conferencias en la Universidad de Harvard.

Bosch conoce, a través de sus libros y papeles, al maestro Eugenio María de Hostos, nacido en Mayagüez, Puerto Rico, al organizar sus manuscritos y dirigir la edición de sus obras completas. Pedro habría de lamentarse por no asistir con mayor frecuencia a las clases del fundador de la Escuela Normal.

El juicio del venezolano Mariano Picón Salas acerca de lo que él llama maestros viajeros, resalta la dimensión de estos hombres de la tríada fecunda, cuya morada es la de Bolívar, Martí, San Martín, Duarte…

“(Aquellos hombres) … lo que decían en sus coloquios y sus clases tenían tanta sustancia y novedad como lo que estamparon en sus libros. Un hombre que hacía claro lo obscuro”, según Picón Salas.

Se trató de un momento germinal, como toda época de cambio. El instante histórico en que las revoluciones mexicanas y rusa descollaron fue escenario propicio para la utopía, quizás como reminiscencia de la antigua Atenas.

Tomás Moro en el siglo XVI y los ciclos de grandes visionarios que le sobrevinieron aportaron inspiración, de la cual Pedro nunca se apartó; fue su legado para la posteridad. Así lo expresó como sentencia:

“…Nuestra América se justificará ante la humanidad del futuro, cuando, constituida en magna patria, fuerte y próspera por los dones de su naturaleza y por el trabajo de sus hijos, dé el ejemplo de la sociedad donde se cumple la emancipación del brazo y de la inteligencia”.
Que los llamados a tomar esa instantánea conozcan el método que un gran maestro aplicó al estudiar esa misma lengua, a mitad de la tercera década del siglo XX […]”.

El hijo de Salomé Ureña de Henríquez y Francisco Henríquez y Carvajal, además de ser un destacado maestro en las diversas áreas del conocimiento de las que se ocupó, también extendió su magisterio a la filología; independientemente de sus intrincados caminos se propuso exponer las investigaciones en ese campo de una forma clara y precisa, situándola en su correspondiente contexto histórico y social.

Henríquez Ureña, como humanista, filólogo, crítico literario e historiador de la cultura hispanoamericana, así como en su condición de especialista de la dialectología hispánica, tuvo la misión de establecer los rasgos y características del español de América, distribuido en regiones, desde la perspectiva de lo hispano y las culturas que han incidido en la conformación de identidades en los distintos espacios del continente.

Esta es su propuesta de deslinde regional: Una zona mexicana, desde México a Centroamérica, con excepción de Panamá; se le suma el sudoeste –que fue mejicano- de los Estados Unidos; una caribeña, que incluye Veracruz, las Antillas españolas (Cuba, República Dominicana y Puerto Rico), gran parte de Venezuela, la costa atlántica de Colombia y Panamá; andina (el territorio que abarcó la antigua cultura de los Incas – noreste argentino, Bolivia, el Perú, el Ecuador, la mayor parte de Colombia y parte de Venezuela); una rioplatense (la porción más poblada de Argentina, Paraguay, donde el español está en minoría frente al guaraní; y Uruguay y una chilena.

Esta descripción regional dialectal tiene relación con las áreas que Bosch había escogido para escribir historias sobre España y los países de América Latina. Pretendía comenzar con España, seguida de estos países: México y Centroamérica; América del Sur, con excepción de Brasil; una de Brasil; lo referido a las Antillas Mayores y menores figura en su obra De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El Caribe, frontera imperial.

A través de la Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana, dirigida por el lingüista y crítico español Amado Alonso, en el Instituto de Filología adscrito a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Henríquez Ureña llegó a elaborar
importantísimos trabajos el español de los pueblos americanos.

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