Dinero no compra felicidad; todo indica Alex seguirá en Texas

Dinero no compra felicidad; todo indica Alex seguirá en Texas

Era la semana antes de la Navidad y Alex Rodríguez brindó una antesala llena de mensajes buenos para la vida.

Como por ejemplo: Tengan cuidado con lo que deseen. O: El dinero no compra la felicidad.

Rodríguez quería a los Medias Rojas de Boston y los Medias Rojas de Boston lo querían a él, un matrimonio perfecto entre el mejor jugador del deporte y la franquicia más desesperada y determinada.

Parecía como un negocio hecho, pero eso no es nada nuevo para los Medias Rojas. En otro momento de la Maldición del Bambino, exceptuando un milagro, A-Rod le pasó entre las piernas al gerente general Theo Epstein.

Rodríguez podía haber ayudado a salvar a Boston de un 86 aniversario sin Serie Mundial y llevar al conjunto a, finalmente, derrotar a los odiados Yanquis de Nueva York.

Boston podía haber salvado a Rodríguez de convertirse en Ernie Banks, un jugador con gran talento que se hundió en la oscuridad del juego. Pero ahora está destinado a nunca más jugar un partido significativo. Esas noches de octubre llenas de drama en las que nacen las leyendas.

La noticia del complot es una vieja, un negocio de US$252 millones con el diablo que podría dejar a Rodríguez fuera del estrellato, viendo gente de menos talento convirtiéndose en campeones e ídolos de su generación. Rodríguez jugará la mejor parte de su carrera en el sótano, registrando números del Salón de la Fama para una franquicia del Salón de la Infamia.

Durante sus tres temporadas en Texas, Rodríguez ha promediado grandes números: .305 de promedio, 52 jonrones y 132 empujadas. Su porcentaje de slugging es de .615. Cometió apenas 36 errores.

Pero le pagaron US$73 millones durante ese período. Los Rancheros perdieron 270 partidos y terminaron en el sótano de la División Oeste en cada temporada.

Esto es lo que sucede cuando se persigue el dinero sin pensarlo. Hace tres inviernos podía haber firmado nuevamente con los Marineros de Seattle y haber sido un hombre cotizado y jugado con un contendor.

En vez de eso pasó a los Rancheros de Texas para ganar aún más dinero.

Que terminara en la oscuridad es una gran ironía que parece a un tragedia griega.

Contrario a Banks, la estrella de los Cachorros de Chicago que jugó antes de la época de agencia libre, el purgatorio de Rodríguez fue escogido por él mismo.

Su actual contrato le asegura que su equipo no será bueno hasta que él se vaya y al mismo tiempo, le asegura que no se irá.

Rodríguez necesitó tres postemporadas viendo a otros divertirse para darse cuenta los millones extras no valían la pena porque no iba a gastar ese dinero. Entonces deseó ir al Fenway, deseó momentos importantes, deseó octubre.

Pero uno no puede volver a escribir la historia, ni borrarle la firma a un contrato.

Si Boston, cuya habilidad y disposición de gastar dinero solo puede ser eclipsada por los Yanquis, no puede hacer funcionar esto, nadie lo hará. Claro que no será George Steinbrenner. El ya tiene a Derek Jeter. Ver a Rodríguez jugar en el sótano es algo perfecto.

Puede que nunca sepamos lo grande que Rodríguez verdaderamente es. Puede que nunca sepamos si ese swing perfecto o impecable defensa se mantendría durante la presión de una lucha por el banderín. Nunca sabremos si es uno de los grandes de todos los tiempos, o solo alguien que se apaga en Texas.

Estadísticamente Rodríguez es mejor que su amigo Jeter, quien promedió apenas .311, 16 jonrones y 67 remolcadas en las últimas tres temporadas.

Pero Jeter tiene cuatro anillos de Serie Mundial y una memoria llena de actuaciones de playoff incomparables. Su puesto en la historia está asegurado, con victorias. El de Rodríguez no. Y puede que nunca lo esté.

Versión (Dionisio Soldevila Brea). –

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