DIONISIO BLANCO
Sobre los límites del sueño y la vigilia

<STRONG>DIONISIO BLANCO<BR></STRONG>Sobre los límites del sueño y la vigilia

 POR AMABLE LÓPEZ MELÉNDEZ
“Esta es la utilidad
de la memoria para la liberación: no reduce
el  amor sino lo expandemás allá del  deseo
y por lo tanto nos libra de futuro y pasado”. 
T. S. Eliot (1888-1965)

Nunca como ahora la humanidad ha necesitado tanto de la imaginación, de sus clarividencias, de sus sueños y sus fecundantes alucinaciones.  Y, no para evadir su realidad, sino, precisamente, para comprenderla mejor. Las más recientes pinturas de Dionisio Blanco (1954) me llevan e pensar en la posibilidad de una pedagogía de la iluminación, del sueño, del ocio y la liberación en una posmodernidad violenta y transparente cuyo  despiadado folklor ataca maquinalmente el derecho al lujo nocturno de la fantasía.

Y es en pleno ejercicio de ese derecho que Dionisio Blanco ha venido ejecutando una producción pictórica mutante en la que logra franquear con lucidez las puertas de la percepción para revelarnos las imágenes de un  más allá de la razón que le permiten  las licencias propias de lo onírico y la ficción pura.

En sus series tituladas “Fantasías Oníricas de Sembradores” (2003), “Sembradores frente al falso Espejo”(2004),” Sembradores Míticos” y “Sembradores como Vasos Comunicantes” (2007), asistimos ante las imágenes de un universo ficcional construído a base de una rigurosa polisíntesis estilística y un  espléndido virtuosismo cromático de inequívocas raíces vanguardistas.  Sin duda, este universo representa una de las expresiones más depuradas de la consciencia caribeña y latinoamericana a través de la imagen.  Universo enigmático y pulsional, más que irracional, anegando la inminente  proclamación del goce y el exceso mediante el desbordamiento de las  instancias especulares  del yo, la mismidad y la fantasmagoría.

Estas obras recientes del afamado pintor dominicano me reafirman la idea de que su poética pictórica está animada por la convicción de que la memoria, el sentido de la tierra y la recuperación del valor antropológico de lo imaginario están entre los mayores retos del arte de nuestro tiempo. Así,  la libertad de imaginar y de poder expresar sus creencias, visiones, alucinaciones,  sentimientos y pensamientos más íntimos, constituyen su ética como pintor. La importancia de la ficción en la practica pictórica de  Dionisio Blanco como  asunto artístico radica en que es una opción que propicia la representación de las otredades de lo real y de la la subjetividad: espacios construidos desde un viraje espiritual o perspectiva estética que lo lleva a representar simbólicamente aquello que niega y supera lo concreto, lo que no pertenece al discurso de la razón en el que se fundan las ideas estructurales del pensamiento occidental de la modernidad.

La ficción es una exigencia de la práctica estética, una despedida de lo racional, un efecto de la videncia imaginativa y ésta, como cualquier otro estado límite de la experiencia humana, implica una modificación de la percepción del mundo. El misticismo, ese estado de conciencia tan cercano a lo que se entiende por locura o alucinación en Occidente, es también una condición del fenómeno estético. Todo artista auténtico es esencialmente un poeta, un vidente, un taumaturgo, un metafísico.

Los grandes artistas no son solamente los que inventan un nuevo lenguaje, sino también los que llegan a los límites de éste. Y, sin temor de exagerar, creo que eses es el caso de Dionisio Blanco, pues  su  repertorio simbólico debe su efectivo poder evocador a una extraña capacidad renovadora con la que logra revelar aspectos contradictorios y complementarios de un contexto antropológico e identitario que nos lleva a cuestionar los diferentes niveles del “relato” histórico que ha forjado la identidad personal y colectiva en casillas autoritariamente concretas y definidas.

Sólo en el sueño, más allá de los bordes de la vigilia y en pleno territorio inefable de la ficción, donde ya nada nos importa como  en el amor,  la sexualidad desbocada o en los mismos trances de la imaginación, es decir, sólo en los estados límites de nuestra consciencia escindida, llegamos a saltar sobre el asombroso abismo del sin sentido, de la alegría absoluta, del azar, de lo prohibido, del deseo, del presente secuestrado y de la temporalidad artificial que proclaman el deslumbramiento, el desasosiego  y el desarraigo cósmico de la condición humana contemporánea.

Para confrontar estas pinturas recientes de Dionisio Blanco hay que adentrarse en el reino expansivo de la metáfora; abrirse a las posibilidades del juego infinito, descentrando la mirada frente a lo real y admirando el poder evocador de unas imágenes materializadas con refinada y alta densidad poética en las que todo opera bajo el signo de la ambigüedad. Ante estas imágenes es inútil resistirse a esa memoria laberíntica en la que se combinan las más extrañas asociaciones.  De ahí la complejidad formal de las composiciones en su intento por plasmar esa realidad múltiple que se fragmenta y se yuxtapone alternativamente, pues la ficción misma se materializa a través de una fluida red de espacios cromáticos y símbolos de significados en constante transformación.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas