Ordenando que se calentara el horno siete veces más de lo que se acostumbraba calentar. Daniel 3: 19
Qué valentía la de Sadrac, Mesac y Abed-nego al demostrar que no les importaba que los echaran al horno de fuego por no adorar la estatua de oro que había levantado el rey Nabucodonosor. Ellos estaban decididos a enfrentar el castigo que fuera, pero jamás a negar a su Dios.
La convicción que tenían de Dios era tan grande, que le dijeron al rey que su Dios los libraría del horno de fuego y también de las manos de él. Esto hizo que el rey se llenara de ira y mandara a calentar el horno siete veces más. Ordenó que los ataran y los arrojaran al horno, esperando que pronto el fuego los consumiera y acabara con sus vidas. Pero, para su sorpresa, el fuego no los consumió ni sus vestiduras fueron tocadas, porque el Dios al cual ellos servían los libró de la muerte.
Por eso, no importa la presión que el enemigo esté poniendo para que dejemos de honrar a Dios y nos postremos ante él, resistamos sus amenazas. Pues aunque el fuego haya sido aumentado para destruirnos, nuestro Dios nos salvará y nada de lo nuestro será tocado por el mal.