En estos momentos es preciso reconocer la situación en que está el mundo en todas sus áreas geográficas y sociales. Hay necesidad de resistir los embates que la naturaleza está impactando en todo el conglomerado de los seres humanos.
Confrontamos apenados la pandemia del covid 19 que azota de manera general y sin contemplación. Simplemente nos queda tratar de entender la complejidad del ambiente para explorar sus misterios y llegar a conocer mejor cómo evitar las infecciones, sanar a los contagiados y resguardar con mayor seguridad, sanidad, normalidad, virtud, estabilidad emocional y complacencia de la vida.
A pesar de la fe y confianza en la Divina Providencia, nos preguntamos: ¿de dónde vendrá nuestro socorro? En verdad ante nosotros están los científicos farmacéuticos, biólogos, médicos y estudiosos que se afanan en la búsqueda de medicamentos para alivianar y sanar a los que están sufriendo o pueden ser contagiados.
La fe no se debilita ni la esperanza pierde expectativa; sin embargo, no se comete una imprudencia, o blasfemia con implorar, diciendo la lamentación del Salmo 22: 1, que Jesús exclamó en su cuarta palabra en la cruz del Calvario: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?”
No es propio compararnos al Patriarca Job, quien perdió todas sus posesiones incluyendo sus hijos, patrimonios de bienes materiales y salud física; más mantuvo con firmeza su fe y refutó a su compañera que le insinuó renegar a Dios. En lugar de esto, Job se manifestó diciendo: “Si aceptamos los bienes que Dios nos envía, ¿por qué no vamos a aceptar también los males”. (Libro de Job 2: 9-10)
Por otra parte, en lo espiritual, está el beneplácito del intercesor Jesucristo que es el Camino a la redención. Este consejo está en el Salmo 1:1 y dice así: “Bienaventurado el que no anduvo en consejos de malos ni estuvo en camino de pecadores”. Vemos pues, que tenemos señalado la vía que se debe tomar, que es Jesús, el Hijo de Dios.
Dios habló por medio de su Hijo Jesús de Nazaret y este se hizo presente y declaró que Él es el Camino, la Verdad y la Vida. (Juan 14:6).
A nosotros nos toca reconocer ese favor de la Santa Divinidad, aceptar la gracia de ser restaurados de la condenación del “hombre caído” para ser redimido, salvado, purificado y hecho bendito para participar plenamente de las benevolencias que se otorgan a los fieles cristianos y tiene la esperanza de disfrutar, al fin de la existencia mortal, de la vida sempiterna con el Soberano Celestial y los santos ángeles y arcángeles.
A pesar de lo dicho arriba, hay razón para estar preocupado, debido a la inseguridad y el anhelo de ver la luz al final del túnel. Sabemos que “Dios espanta las moscas a la vaca sin rabo”; más, la situación es deprimente y paulatinamente se socaban las fuerzas espirituales y las emociones se perturban de manera indeseable.
Las frustraciones, incertidumbres, desasosiegos debido al embate de la pandemia que azota al mundo, opacan el panorama del presente y oscurecen la visión del porvenir.
La situación de incapacidad solo puede ser soslayada teniendo en cuenta lo que está escrito en la Epístola de los Hebreos 6: 28 – 19, que señala: “Recibimos de Dios un firme consuelo en la esperanza que él nos ha dado; esta esperanza mantiene firme y segura nuestra alma, igual que el ancla mantiene firme el barco”.
*El autor es Obispo emérito Iglesia Episcopal/anglicana