Desde lejos el SEÑOR se le apareció, diciendo: Con amor eterno te he amado. Jeremías 31: 3.
Qué dolor tan grande sentimos cuando alguien que está a nuestro lado, de quien pensamos que nos ama, nos abandona sin importarle nuestros sentimientos y los tiempos vividos juntos. Estos momentos son indescriptibles; solamente quien lo ha pasado sabe lo que es. Sentimos que todo lo construido por años, meses, semanas se derrumba en segundos. Empezamos a hacer conjeturas y preguntarnos ¿Por qué?, ¿cómo no me di cuenta?, ¿cuándo fue que sucedió?, ¿nunca le importé? Cada una de ellas nos deja con más preguntas, porque resulta inexplicable que una relación que parecía sincera se destruyera tan fácilmente.
Pero no debemos olvidar que tenemos un cuerpo, un alma y un espíritu, los cuales son atacados fuertemente por las condiciones externas que nos rodean, así como por el enemigo, quienes hacen una guerra tan poderosa contra nosotros hasta someternos a su voluntad. Esto debe alertarnos para no confiar en promesas hechas de labios de hombres, las cuales el viento se lleva al pasar. Al contrario, debemos creer en la Palabra de Dios, en la cual no hay cambio ni sombra de variación. Así, jamás seremos defraudados, porque todo lo escrito se cumplirá, ya que Él nos prometió amor eterno y que nunca nos abandonará.