Estamos en tiempo de Adviento, a la espera de la Navidad. Celebramos el gran acontecimiento que ha cambiado la historia de la humanidad. El antes y el después de Jesús, el Salvador. El misterio de la encarnación, Dios hecho hombre. El infinito se hace finito para que el finito llegue a ser infinito. La llegada de Emmanuel: Dios con nosotros.
Por tanto Adviento, es espera y búsqueda. Esperamos a un Gran Señor y buscamos la Salvación.
Se considera un tiempo fuerte porque nos ayuda a prepararnos para recibir al Señor en una propuesta que nos ofrece la Iglesia en un itinerario de conversión personal.
Debemos tomar en cuenta que la conversión no termina nunca, siempre hemos de estar procurando completarla.
El profeta Isaías nos dice: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se bajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos».
Juan el Bautista, eje central para las meditaciones de este tiempo litúrgico, nos pide reordenar nuestras vidas, mejorar nuestros caminos y pedir perdón por nuestros pecados.
Debemos estar alerta, para evitar que el entorno festivo de la próxima Navidad nos impida oír la voz de Juan. La tragedia sería que no oyéremos a Juan, que no hiciéramos nada para iniciar una nueva etapa de nuestra conversión y que el único cuidado que realizáramos de cara a la Navidad es vigilar nuestro peso para luego no engordar demasiado.
Juan dice que «detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo.
San Juan Pablo II, en la Catequesis del 29 de noviembre de 1978 (www.encuentra.com), decía que el cristianismo no es sólo una «religión de Adviento», sino el Adviento mismo.
El cristianismo vive el misterio de la venida real de Dios hacia el hombre.
Dios creador haciéndose criatura, ósea lo que El hizo por amor a nosotros.
Que el Espíritu de Navidad, renazca la esperanza en quien ha de venir a nuestros corazones para colmarnos de felicidad y bendiciones y nos haga nacer con una vida nueva llena de amor y alegría.
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