Cuando Daniel supo que había sido firmado el documento, entró en su casa (en su aposento superior tenía ventanas abiertas en dirección a Jerusalén), y como lo solía hacer antes, continuó arrodillándose tres veces al día, orando y dando gracias delante de su Dios. Daniel 6: 10
El tomar la justicia por nuestra cuenta no es de sabios, sino de necios; el dejar que sea Dios que la haga se nos vuelve muy difícil, porque siempre queremos hacer las cosas a nuestra manera. El alma inmediatamente nos induce a defendernos y no esperar la justicia de Dios.
Cuando procedemos a hacer justicia nosotros mismos, Dios se aparta y nos quita Su respaldo por no tomarlo en cuenta. Las consecuencias de esto son evidentes, y nadie hay que lo detenga, porque así lo quisimos.
En una batalla sin Dios, la derrota está asegurada; pero una batalla con Él está ganada. Por eso debemos permanecer serenos y confiados en que Él siempre nos defenderá cuando Lo buscamos y Le decimos que lo haga. Daniel es un ejemplo digno de imitar, porque cuando fue dada la orden de echarlo en la fosa de los leones por no adorar a los dioses de ellos, él no se defendió sino que buscó al que iba a hacerle justicia, su Dios. Se postró, oró y Le dio gracias.
El respaldo de Dios fue tan grande que envió un ángel quien cerró la boca a los leones. Por eso, confía y no te defiendas; deja que Él lo haga, porque un ángel enviará para que no te hagan daño.