Mi amigo Emil Elías solía decir: ¡Suerte a Dios!, para celebrar cualquier suceso afortunado; seguro de que la suerte siempre está en las manos de Dios. Según Proverbios: “El hombre echa las suertes, pero el Señor es quien lo decide”. (16:33)
Cuando Canaán, la Tierra Prometida, fue distribuida, el Señor dispuso repartirla por sorteo. Probablemente la última vez que la Biblia habló de sorteo fue para elegir el sustituto de Judas: la suerte cayó sobre Matías, para completar los doce apóstoles. Después de Pentecostés, los creyentes suelen apelar al Espíritu Santo, para decisiones superiores a sus capacidades ordinarias.
Pero Dios nunca estará de acuerdo con que consultemos a espíritus, ni confiemos en el azar y la lotería.
Personalmente creo tener pruebas de que Dios suele moverse detrás de las probabilidades; como prefiriendo pasar desapercibido ante los incrédulos, y evitar que estos le echen la culpa de sucesos que ellos querrían que fuesen de otro modo.
Las ciencias desarrollaron el cálculo probabilístico como intento de predicción eventos, basándose en las frecuencias de eventos similares en el pasado.
En estricto sentido lógico-científico, el azar no existe: Todo evento, ocurrencia o suceso, está determinado por la acción de una multiplicidad de factores. La mono-causalidad solo puede existir en condiciones controladas de laboratorio.
El concepto de probabilidad es también, paradójicamente, una declaración de ignorancia sobre los posibles factores causales para que un evento tenga lugar.
El promedio de bateo de un jugador de beisbol en una temporada suele utilizarse para predecir como bateará en la próxima.
Las compañías de seguros apuestan a que usted no se accidentará, tomando en cuenta las frecuencias de accidentes ocurridos a personas con características como las suyas; de acuerdo a eso le cobran la prima; usted, en cambio, apuesta a que sí chocará y por eso le paga al seguro.
Pero solo Dios conoce todos los factores que intervendrán en cada circunstancia. De modo que las probabilidades son un “comodín”, una forma de hablar con aproximación razonable a la realidad: Una “ilustrated guess”.
A pesar del progreso, matemáticamente, el conocimiento científico es insignificante comparado con lo que se ignora: Todo conocimiento humano es finito; lo ignorado es infinito; finito dividido o comparado con infinito equivale a: infinitamente pequeño. El Covid-19 posiblemente nos ha mostrado algo de eso.
Pero, en general, como se cree, las matemáticas son exactas…mientras son abstractas; no así los cálculos que en base a estas se hacen respecto a determinados aspectos o factores variables de la realidad material.
Los que trabajamos con estadísticas y estimamos proporciones y porcientos de personas que tienen determinadas características, o tienen opiniones sobre distintos temas de interés nacional, siempre estamos expuestos a que las muestras obtenidas tengan diferencias con la realidad. Lo que en un país donde abunda la tramposería se presta para pensar que hubo mala fe, o un engaño de encuestadores. Lo cual también existe.
Pero personalmente no tengo duda alguna de que Dios suele intervenir las probabilidades. Siempre a favor de los que le honran y le temen.