Dios Todopoderoso y el cine, nada
nuevo se proyecta para el público

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POR ARTURO RODRIGUEZ FERNANDEZ
Ahora, cuando en Hollywood todo tiene que ser políticamente correcto, resulta que Dios es negro y se llama Morgan Freeman.

Imagínese usted que esto hubiera sucedido en los años treinta y que Dios fuera Paul Robeson. En aquellos tiempos había un cielo para los blancos y otro muy diferente para los negros. Tal vez por eso Vincente Minnelli rodó, a principio de los cuarenta, su “Cabin in the sky”,  donde todos, incluyendo a los angelitos, eran negros.

Y es que los angelitos también merecían ser pintados como lo cantaban Pedro Infante y Antonio Machín o puestos en movimiento, con alitas y todo, delante de una cámara cinematográfica.

De la misma manera que Dios puede ser negro, también puede ser mujer como sucedía en “Dogma”, de Kevin Smith o como sucedía en “Sin noticias de Dios” que, por estos lares, pasó a titularse “Bendito infierno”.

Además en ese cielo se hablaba en francés, dejándose el inglés para el mismísimo infierno, allá donde la gente de “South Park” había enviado a Saddam mucho antes de que surgiera toda esta pesadilla que continuamos viviendo.

Un Dios femenino, por mucho que sea posible encontrarlo en primitivas religiones, no era algo demasiado aconsejable si se quería que la censura diese el visto bueno a la película.

Pero sí. Salma Hayeck también puede ser Dios lo mismísimo que Fanny Ardant.

A nosotros nos escandaliza más que Charlton Heston, defensor del uso indiscriminado de las armas de fuego, se convierta en el Todopoderoso.

Y Charlton fue Dios por una de esas bromas que se jugaron en una cinta olvidada que protagonizaba Paul Hogan, el mismísimo australiano protagonista de “Cocodrilo Dundee”.

Antes había sido Moisés en “Los diez mandamientos”, de Cecil B. De Mille y antes también había estado relacionado con el Altísimo.

Los créditos iniciales de “Ben Hur”, la película de Wyler por la que este actor ganó el Oscar, nos presentaban aquella creación de Miguel Angel pintada en el techo de la capilla sixtina del Vaticano, donde un Dios tradicional de largas y luengas barbas casi rozaba con su dedo al primer hombre, a ese Adán que todavía no había conocido ni a Eva ni a la serpiente ni al árbol del bien y del mal.

Resulta que, después de “Ben Hur” y un tanto encasillado en personajes históricos o bíblicos, Heston protagonizó junto a Rex Harrison “La agonía y el éxtasis”, en la  Harrison era el Papa Julio II y Heston, Michelangelo. Allí Heston iba a pintar a Dios mientras Harrison le recriminaba porque tardaba demasiado en concluir el techo de la capilla.

Dios también fue concebido por John Huston en “La Biblia”, una superproducción que, pese a su gran presupuesto y su reparto, fracasó en boletería y no obtuvo el esperado beneplácito de la crítica.

Los mejicanos también tuvieron a un Dios que hablaba con su peculiar acento y echaba del Paraíso a Carlos Baena y a una Christianne Martell que no necesitaba muchas hojas de parra para cubrirse, ya que su larga cabellera se encargaba de hacerlo. Y Dios, cuando se quiso hacer chistoso, tomó el rostro de un veteranísimo George Burns que vestía a lo moderno, fumaba puros y se hospedaba en el último piso de un rascacielos, un piso que, al parecer, era inexistente.

Aquel “Oh God” gustó a los espectadores y hasta consiguió su secuela.

A nosotros nos luce un poco que este nuevo “revival” del personaje sigue demasiado de cerca los pasos de aquellas comedias con Burns.

“Todopoderoso” es, además, una especie de secuela de “Bruce Almighty”,  donde el protagonista era Jim Carrey y Dios lo encarnaba, por primera vez, Morgan Freeman.

Ahora tenemos que de nuevo el Señor le ordena a Evan, nuestro protagonista, construir un Arca porque se acerca un gran diluvio, porque hay que castigar a esa humanidad que está cometiendo tantos dislates.

Si en la época de Noé se burlaban de él, imagínense lo que pasará en nuestros tiempos cuando Evan tenga que ir por ahí recolectando parejas de animales y, personalmente, construyendo un arca de madera.

Estas parodias a historias que podemos encontrar en la Biblia tampoco son cosa nueva para el cine. No hay nada que no haya sido escrito y nada que no haya sido filmado.

En literatura, un Jardiel Porcela, genial humorista español, nos hizo estallar en carcajadas cuando leímos “La tournée de Dios”, donde el Todopoderoso, cansado de estar sin hacer nada allá en las alturas, se decidía a visitar de nuevo el planeta tierra. En cine tuvimos en los sesenta una película protagonizada por Robert Mitchum que se titulaba “El aventurero de Kenia” (Mr. Moses) , en la que  este señor, en pleno Africa, le tocaba emprender un éxodo muy similar al de Moisés, teniendo que enfrentarse a situaciones muy parecidas.

Pero, la verdad es que, retomando la figura de Dios como elemento cinematográfico, que sus apariciones no han sido demasiado frecuentes.

Cuando se han hecho películas que requieren de escenas situadas en el cielo, como pudieran ser, entre otras, “Carrousel”, “Always” y “El cielo puede esperar”, por lo general siempre hay intermediarios, desde San Pedro hasta ángeles y arcángeles especiales.

Dios está más alto todavía y no es posible llegar hasta él.

Tal vez por respeto o porque ya no está de moda eso de representarlo como un ojo dentro de un triángulo, los directores prefieren limitarse a su voz, a esa voz que brama desde las alturas en el momento en el que San Juan bautiza a Cristo o cuando Jesús crucificado implora al Padre o le reprocha su abandono en horas tan truciales y dramáticas.

Y Dios, por lo general, en el cine tiene voz de locutor.

Pero ahora estamos en tiempos de parodias y las carteleras no ofrecen demasiadas opciones. El único estreno de la semana es este “Todopoderoso” que, pese a la desconfianza que nos genera Tom Sádica, cuenta con un buen reparto.

Esperamos que filmes como este marquen el fin de la temporada veraniega y que, con los niños en los colegios, los distribuidores y los exhibidores piensen en la necesidad de programar para un público más adulto.

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