Dios, verdadera fuente de amor

<p>Dios, verdadera fuente de amor</p>

MARLENE LLUBERES
Es en este mes de febrero, en que se celebra el día de los enamorados, donde muchos aprovechan la ocasión para demostrar su amor, sentimientos de cariño y expresiones de amistad, de modo especial, aunque, cuando, ya sea el hombre o la mujer, no logran llenar sus expectativas, o la soledad y la tristeza son su compañía, irremediablemente, la inconformidad, la amargura y hasta la depresión llegan a gobernar sus emociones, deseando, entonces, que este día sea borrado del calendario.

Sin dudas, siempre estamos expuestos a recibir decepciones, cuando colocamos nuestra esperanza, de recibir lo que nuestra alma anhela, en personas que, al igual que nosotros, por ser imperfectas, no pueden otorgarnos todo aquello que consideramos merecer. Solamente acudiendo a la fuente de amor inagotable y permitiendo que ese amor ocupe por completo nuestro ser, podremos satisfacer nuestras demandas.

El amor de Dios es la máxima expresión de amor manifestada a la humanidad y, motivado por este amor, Dios creó al hombre para vivir en un mundo perfecto, en contacto permanente con El, en una relación de amor y amistad. Sin embargo, por el pecado del hombre, esa relación se rompe y sobre la humanidad pesa, a partir de este instante, la condena de muerte.

Únicamente la gran misericordia de Dios permitió que, desde antes de la ocurrencia de este hecho, El trazara un plan para librarnos de esta muerte eterna y regalarnos el regalo más maravilloso que ser humano pudiese recibir: la salvación.

Jesús, el Hijo de Dios, único sin mancha, se hizo hombre, murió en una cruz, para que su sangre derramada nos limpiara del pecado, El pagó el precio, se colocó en nuestro lugar, fue obediente a la orden de su Padre, aceptó el sufrimiento y libró la humanidad de estar apartada de Dios por siempre. Con su muerte, nos regaló la vida eterna y, con ella, nos otorgó la restauración de la relación con Dios, por lo que ahora tenemos libre acceso para conocerlo en diferentes aspectos: Padre, Amigo, Esposo, Defensor y el Dios que perdona.

Estamos ahora capacitados para disfrutar de su amor, cuando a El venimos entregándole nuestro corazón, aun lo más escondido dentro de él, expresándole nuestras preocupaciones, tristezas y temores.

Permitimos que nos ame cuando aquello que esperamos, a El se lo solicitamos, porque sabemos que nuestras esperanzas están puestas en El, ya que todo lo que nos es dado viene de Dios: “Porque tu esposo es tu Hacedor, el Señor de los ejércitos es su nombre” (Isa 54:5).

Sentimos su profundo amor y cuidado cuando nos conciente, nos guía y nos disciplina, cuando nos defiende en aquellos momentos que no entendemos cómo atravesaremos dolores irresistibles o circunstancias inimaginables y su paz nos inunda, al escuchar sus palabras cuando nos dicen: “No temáis, ni os acobardéis delante de esta gran multitud, porque la batalla no es vuestra, sino de Dios. “No necesitáis pelear en esta batalla; apostaos y estad quietos, y ved la salvación del Señor con vosotros. No temáis ni os acobardéis; porque el Señor está con vosotros”.

(2Cr20:15, 17)
Su amor se hace real en nuestras vidas cuando le fallamos y nos arrepentimos, porque es, bajo esa condición, donde más lo necesitamos. Su amor, nos perdona, nos limpia y se olvida de todo aquello con que hemos errado y nunca más lo trae a su memoria.

El impedimento que nos separaba de Dios fue quitado, por lo tanto, acerquémonos a ese Dios que es Todo Poderoso, que nos ama con amor perfecto, y, por ese amor, nos ha asegurado, que si lo buscamos lo hallaremos, que si tocamos su puerta la abrirá y que si a El clamamos nos responderá.

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