Dioses por la carretera

<p>Dioses por la carretera</p>

POR  DOMINGO ABRÉU COLLADO
De la única forma que podía aparecer un reguero de dioses en alguna de nuestras carreteras era de la manera en que se han aparecido en la carretera Duarte, entrando a Santiago. Una colección de portales de inspiración arquitectónica de las antiguas Grecia y Roma avisa a los usuarios de la carretera que están pasando frente a «cabañas turísticas» y «apartahoteles» dispuestos a recibir a cualquiera que -siendo turista o no- se encuentre ávido de sentirse como en el Olimpo y relacionarse con los famosos dioses que tantos desórdenes hicieron en la tierra.

Una de las cabañas se presenta influenciada por la presencia de Júpiter, tenido como un dios sabio y justo. Para los romanos, Júpiter –también llamado Júpiter Optimus Maximus- (el mejor y más alto), era considerado el patrón del estado romano, encargado de las leyes y del orden social. Pero ocurre que el dios de marras tenía un defecto, era promiscuo como el más mundano de los humanos. De manera que el tipo bajaba a la tierra a meterle mano a cuanta jevita encontrara. Y si para ello tenía que transformarse en cisne, toro, pájaro o cualquier otro animal, pues nada más fácil para el tío, ya que era un dios.

Según los intérpretes de la mitología romana, Júpiter se transformaba en cualquier animal porque «no podía ser visto en toda su gloria», o sea, que si se presentaba desnudo cualquier mujer podría atemorizarse cuando viera la «gloria» del tipo en toda su enormidad.

En realidad, y a nuestro modesto juicio, lo que ocurría con Júpiter y sus transformaciones en animales se puede interpretar como una salida, una alternativa utilizada por el dios para satisfacer a cualquier mujer de esas que buscan en los animales lo que no pueden encontrar en los hombres. Es decir: la práctica zoofílica.

Ahora, teniendo todo esto en cuenta, y sabiendo que la gente en estos tiempos -igual que como pasó en Roma antes de su caída- anda buscando cualquier tipo de satisfacción que les lleve a sentirse sexymente realizados, probablemente ya no les importa si para ello deben recurrir a convertirse en animales, como Júpiter, o a jugar a ser seres terrenales y formarse la idea de que al estar… digamos… con un chivo, estarán con el famoso dios, tan promiscuo como lo definen los estudiosos de la mitología romana.

Por otro lado, habría que saber si quienes ofrecen los servicios en estos sitios «al estilo dioses romanos» están en autos del asunto y les tienen a los usuarios y usuarias sus gallinitas, conejitos, gatos, perros, chivos, puerquitos, todos en vivo, o quizás algunos disfraces, artilugios y accesorios para los efectos deseados.

Un último detalle es la frase que aparece en la entrada del sitio bajo el nombre de Júpiter y sobre la reproducción de la famosa pintura de Dominique Ingres: «Aquí los dioses cumplen tus deseos». Miren, hay gente que se lo cree y hasta habrán entrado ahí a pedir sacarse la loto entre otros deseos pedidos al dios. Pero de seguro que al ver que se trata de deseos que hasta detrás de un árbol se cumplen, habrán salido defraudados.

La maldición de Atlas
Según la mitología griega, Atlas fue uno de los titanes derrotados en la guerra conocida como la «titanomaquia», también conocida como la «Guerra de los Titanes», que fue una serie de batallas libradas durante once años entre las dos razas de deidades existentes mucho antes de la existencia de la humanidad.

Esta «Guerra Titánica» tuvo como escenario el espacio entre el monte Otris y el monte Olimpo, venciendo los habitantes del monte Olimpo, quienes reinarían luego encabezados por Zeus.

El lío comenzó cuando el titán más joven, Crono, derrocó a su propio padre, Urano, que era dios del cielo y gobernante del universo, a lo que ayudó y estimuló Gea, la madre de Crono. Éste castró a su padre, se apoderó del trono y liberó a sus hermanos titanes, que habían sido encerrados por Tártaro.

Pero Crono resultó peor gobernante que su padre, y para evitar que lo tumbasen del poder se comía sus propios hijos cuando eran paridos por Rea, que era su hermana y su mujer. ¡Imaginen ustedes que maldito enredo!, que hasta la pobre Rea tuvo que darle a comer a su esposo y hermano un potro y una roca para salvar a sus dos últimos hijos: Poseidón y Zeus.

Tiempo después, los Olímpicos, guiados por Zeus, declararon la guerra a la anterior generación de deidades, los Titanes, con quienes estaba Atlas. Resultando entre los perdedores, Atlas fue condenado a cargar con el mundo a sus espaldas para el resto de su vida.

O sea, que lo que se ve como hecho heroico y ejemplo de fortaleza, no es más que un castigo y una maldición, algo así como tener que cargar permanentemente con una caja de Viagra para poder aparentar fortaleza cada vez que se entra a una cabaña de éstas.

No podía quedarse la del amor
Venus, como en el letrero de las «cabañas turísticas» de la foto, también es un llamado al amor, por lo que ella significa.

Venus, para los romanos, era la diosa del amor. Según la mitología fue hija de Júpiter y de Dione, pero también de la espuma del mar.

Como diosa del amor también resultaba la deidad de todo lo que del amor dependía: el placer sexual, la adoración por la belleza, el afán de la perfección de la figura del cuerpo femenino y la pureza de las líneas corporales. En fin, de todo aquello que se supone que emana de la belleza de la mujer y que provoca en el hombre… «el amor»…

Según los investigadores de mitología, Venus tenía una cara dulce y permanentemente sonriente, a lo que añadía unos inocentes ademanes que causaban estragos en los hombres. Así consiguió una cantidad innúmera de amantes, a la vez que era codiciada por muchos otros.

Esa codicia le causó serios disgustos con Tor, su marido… bueno, su principal marido, porque sabiéndose la diosa más bella, y siendo Venus tan buena gente, se entregaba a todo hombre que la deseara y al que ella deseara también.

El pobre Tor pasaba por terribles rabietas que solamente aplacaba haciendo girar su martillo y ocasionando enormes truenos y lluvias. Era una forma un tanto pendeja de aliviarse el tremendo peso de cuernos que le colocaba Venus, pero son cosas de dioses.

Venus fue la madre de Cupido y de una caterva más de héroes y deidades romanas. Aunque Venus pertenece a una religión mitológica y en desuso, cerca de la mitad de la población femenina del mundo siguen en lo mismo que dicha diosa. Con sonrisas tiernas, ademanes delicados y supuestas inocencias arrastran el paquetazo de hombres hacia las cabañas… o no hacia las cabañas, sino hacia la propuesta por parte del hombre, para después alegar… «fue él que me dijo».

Más cabañas: Helios, Zeus y Horus
Otras cabañas de las que están a la entrada de Santiago ostentan los nombres de Helios, Zeus y Horus, mezclando aquí la mitología griega con la egipcia. Pero para lo que les importa a los usuarios y usuarias…

Helios fue la personificación del sol para los griegos. Hijo de Hiparión, Helios tenía dos hermanas: Selene, la diosa lunar; y Eos, diosa de la aurora.

Según la mitología, cada día Helios conducía su ardiente carro de oro a través del cielo, proporcionando luz y calor a dioses y mortales.

Lo único que tendría que ver Helios con los clientes de la cabaña que lleva su nombre es la entrada que, como en carros de fuego, realizan dichos clientes, tan rápido como les sea posible para evitar furtivas miradas y para impresionar a las acompañantes.

Otro de los apartahoteles lleva el nombre de Horus, conocido como «el elevado», dios celeste y sanador de la mitología egipcia. Ésta dice que Horus, ayudado por los Shemsu Hor, luchó contra Seth para recuperar el trono de su padre, Osiris, que había sido asesinado por Seth. Horus representa la lucha entre la fertilidad del valle del Nilo y la aridez del desierto.

O sea, que dentro del apartahotel se regresa a esa lucha: unos por la fertilidad y otros por la aridez, donde, evidentemente, los condones tienen la última palabra sin ser dioses ninguno.

Finalmente tenemos a Zeus representado en otro apartahotel. Éste es el dios del cielo y soberano de los dioses olímpicos en la mitología griega. Era considerado como el padre de los dioses y de los hombres, «soberano tanto de la familia olímpica como de la raza humana». Es decir, que el tipo le gustaban los atletas. Para dar apariencia de ser un tipo cojonudo blandía un rayo en su mano derecha, pero según la mitología su arma principal era una piel de la cabra Amaltea adornada con la cabeza de medusa. Nunca se ha explicado porqué Zeus quería usar un vestido de piel y ostentar el pelo de una mujer, aunque fuera pelo de culebras.

Una frase aparece en el letrero de este apartahotel: «Donde sólo los dioses llegan». Es decir, que el jolgorio ahí es solamente para dioses, las diosas no se admiten. Saque usted sus conclusiones.

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