Una vez, en Corea del Sur, asistí como diplomático a un evento en donde una empresa privada otorgaba reconocimientos a estudiantes que habían realizado investigaciones cuyos resultados serían usados por dicha empresa para su comercialización.
No es casual que hoy día Corea del Sur forme parte del grupo de las naciones ricas y del poderoso club denominado G-20.
Los recientes acuerdos entre el fondo FEDA y el Instituto de Innovación en Biotecnología para realizar investigaciones y agregar valor agregado a los productos agrícolas dominicanos constituyen una iniciativa valiosa y oportuna. La biotecnología es fundamental en el desarrollo y en la competencia global.
El primer mandatario de la nación ha sembrado el país de aulas y nuevas escuelas. Ahora, el paso siguiente es utilizar gran parte de esa infraestructura, y parte del presupuesto de educación para el componente de investigación y para elaborar productos con valores agregados.
Las aperturas, por ejemplo, de procesadoras de queso y yogur, en San Pedro de Macorís y otra procesadora de frutas, en San Cristóbal, contribuyen no solo a la generación de empleos, sino a desincentivar el gasto en divisas.
No se puede seguir apegado a los esquemas pasados de ofertar el país como un proveedor de mano de obra barata. Más que eso, se necesita innovación. Y es necesaria la alianza entre el Estado, la academia y el sector privado para desarrollar investigaciones. Y mirar al exterior para buscar nuevos horizontes.
El país, digamos el sector público y el sector privado, bien pueden acudir a los organismos internacionales y a las naciones hermanas ya desarrolladas que cuentan con avanzados centros de investigación y tecnologías para incorporarlas al desarrollo dominicano. Tengo conocimiento que Corea del Sur está en la disposición de ayudar en eso.
Hay que cambiar la cultura de acceso al crédito y al financiamiento para instalar un negocio productivo y después para facilitar la investigación. Hay que crear leyes como existen en otras naciones, que el Estado pueda reconocer parte del pago de los impuestos y se reembolse al sector privado para innovación o se reinvierta poniendo a los estudiantes a investigar en sus nuevas aulas.
Hay que destinar más recursos a la investigación y al desarrollo de nuevos productos y patentes. El desarrollo de una nación no se mide solo por el nivel de escolaridad, sino por el número de patentes que ha registrado esa nación. De ahí también la importancia de trabajar en el tema del control de la calidad, de la vinculación de la cadena productiva, y presentación de los productos, con apoyo estatal.
Las provincias y las autoridades municipales también deben involucrarse en propiciar centros de innovación, de investigación y desarrollo. Y bien pueden comenzar con la creación de Departamento de Asuntos Internacionales para que coordinen con la Cancillería la gestión de fondos desde el exterior para la incorporación de tecnologías que alienten al desarrollo. Que las ciudades también promuevan y faciliten la inversión, la investigación y el desarrollo.