Diplomacia y diplomáticos de carrera

Diplomacia y diplomáticos de carrera

JULIA CASTILLO DE LOZANO
En un mundo de globalización y competitividad, la diplomacia moderna es más de lo que ha sido tradicionalmente. Los países interesados hoy en día en sostener unas exitosas relaciones internacionales y sacarle ventaja a lo que estamos llamando «globalización», toman muy en serio tanto la diplomacia tradicional, como el buen manejo de la diplomacia moderna. Lo que es más importante aún, tratan a como dé lugar y al margen del clientelismo político, de trazar y dirigir unas relaciones internacionales coherentes. Para esto es imprescindible entrenar y mantener bajo la dirección de este renglón a un personal capacitado, con principios claros de su rol, fiel a los intereses de su nación.

Los países hoy exitosos en unas fuertes relaciones internacionales tienen una secretaría de Relaciones Exteriores bien organizada, institucionalizada, con un equipo profesional al servicio de la nación.

Los cambios de partidos políticos en la conducción de los gobiernos no necesariamente deben afectar los cambios en el funcionariado de las secretarías de relaciones exteriores. Lamentablemente en nuestro país los cambios de administración conducen casi siempre a drásticos cambios en el funcionariado de nuestro sistema de relaciones exteriores, desde el funcionario de menor rango en la Cancillería interna hasta llegar a la barbarie de cambiar en un 100% a todos los funcionarios en el servicio exterior, sobreviviendo solo unos cuantos que logran cada cuatro años demostrar sus habilidades y destrezas para sobrevivir, logrando que los trasladen e inclusive que los degraden de rango diplomático.

Al final de cada gobierno e inicio de uno nuevo, en nuestro país es muy común la frase que sostienen los que entran respecto a los que salen: «Ellos no eran diplomáticos de carrera, por esa razón los podemos cambiar». Sin embargo yo me pregunto: ¿Como es posible llegar a ser un diplomático de carrera en un país que cada cuatro años cambia a todos sus funcionarios? Esto es imposible cuando existe una legislación que establece que un «Diplomático de Carrera», es aquel que tiene más de 10 años trabajando para la secretaría de Relaciones Exteriores. De esta forma, asistimos a la lamentable situación de que en nuestro país, a excepción de algunas vacas sagradas que no se pueden tocar por sus vínculos con los viejos regímenes políticos, no tenemos diplomáticos de carrera. ¿Cómo podemos entonces esperar, o pensar que podemos tener exitosas relaciones internacionales, una buena capacidad de negociación de acuerdos internacionales y sostener relaciones bilaterales con nuestros países hermanos con base a la equidad y el respeto mutuo?

Esto explica el por qué nuestros presidentes recientemente tienen que viajar tanto. Es evidente que estamos demostrando una gran debilidad ante nuestros socios y países amigos. Nuestros mandatarios recientemente ya no se dedican a los menesteres y solución de problemas internos, se han convertido en verdaderos diplomáticos de carrera. ¿Por qué entonces sostener una nómina en dólares tan extensa para mantener a una ridícula cantidad de funcionarios en el servicio exterior que no están preparados para cumplir su rol, y para quienes nuestros recientes presidentes realizan su tarea de pedir disculpas, pedir favores, participar en actividades de menos categoría, bajándole así el perfil a nuestros dignos e ilustres presidentes?

Siento que tenemos en la República Dominicana que tomar más en serio el hecho de que, si queremos ser parte de un mundo globalizado, tenemos que aprender a ser verdaderamente profesionales en todas las áreas, tenemos que demostrar que podemos jugar con las mismas armas que nuestros contrincantes y aliados, tenemos que invertir en nuestra gente, pero antes que todo, tenemos que respetar a nuestros ciudadanos, a nuestros profesionales, a nuestros funcionarios.

Es realmente vergonzoso el tener que escuchar de la boca de una persona que por muchos años se ha considerado abanderada de las relaciones internacionales, defensora de la idea de que se establezca en este país una diplomacia profesional, afirmar: «Todos los puestos aquí son políticos», refiriéndose naturalmente a nuestra Cancillería. A ese funcionariado «experto» le podemos tener mucho respeto, y hasta cariño, pero duele tener que admitir que pese a esas frases retóricas cada día estamos más lejos en este país de ver realizarse unas coherente y dignas relaciones internacionales, una diplomacia respetada por nuestros países hermanos. No es cierto que hay que ser un país desarrollado para poder mantener una diplomacia y relaciones internacionales profesionales. Estudiemos modelos como los de Costa Rica, El Salvador, Chile, Argentina, si queremos ver modelos latinoamericanos de países en constante negociación. Veamos lo que hacen los países del CARICOM y Cuba si queremos modelos caribeños. Existen otros modelos muy interesantes, de los cuales podemos aprender sin tener que copiar, como son los casos de Israel, Corea y Japón. El modelo norteamericano es único e inimitable, pues ellos son el imperio.

En nuestra nación tenemos que crear nuestro propio modelo. Para lograrlo tenemos que comenzar por respetar y valorar a las personas que han decidido y amen el servicio exterior, que tienen verdadera vocación diplomática, y hacerlo por sobre sus preferencias y lealtades políticas. Luego, al cabo de muchos años, quizás diez, para acogernos a lo que dicen las leyes, podamos en un futuro lograr tener una «diplomacia y relaciones internacionales de carrera». De lo contrario, continuaremos, entre otras cosas, siendo catalogados como «un estado fallido».

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