Diplomáticos pobres, cónsules ricos

Diplomáticos pobres, cónsules ricos

ROMA, It., UE Sucede que, en muchos países, nuestros consulados operan dentro de las sedes de embajadas. De hecho, no siempre son consulados propiamente dichos, sino secciones de servicios consulares, debido a las razones que expuse en mi artículo anterior, de que en dichos países no tenemos cónsules acreditados, sino diplomáticos encargados de los asuntos consulares.

Estos diplomáticos van desde embajadores mismos hasta cualquiera de los demás rangos, aunque el manual expresa claramente que, en esos casos, debe ser un consejero el encargado. Pero no es en esa dirección que anda mi planteamiento del día, aunque también requiere enmienda formal en la práctica, a menos que cambien las reglas del manual.

A lo que pretendo referirme hoy es que, del mismo modo en que no es justo, ni siquiera decente, que un cónsul, que recibe un salario igual o muy parecido al de los diplomáticos, disfrute de los honorarios y que el Estado dominicano renuncie a ese dineral como si no le hiciera falta y no se sabe a cambio de qué, tampoco es justo que esos cónsules o diplomáticos encargados consulares, los que ofrecen los servicios dentro de las sedes diplomáticos, se nieguen a colaborar con el gasto de los locales, los equipos, los materiales y el personal del que se valen para hacer fortuna.

No quisiera lucir resentida, pero tengo que desembuchar que, además, es muy duro ver de cerca a uno de esos privilegiados de nuestro sistema gastando dinero sin control, derrochando en una vida que ni bien saben llevar o, en algunos casos, sencillamente acumulándolo para regresar con el buche repleto y que tengan el coraje de permanecer imperturbables (eso, en el mejor de los casos, porque los hay indolentes e insolentes) cuando, con tanta y tanta frecuencia, se retrasa el pago de las dotaciones a los diplomáticos jefe incluido de la misión de la que forman parte.

Algunos creen, con toda razón, que los consulados o secciones consulares son colmadones que les ha regalado el gobierno dominicano. En lo que pierden el juicio, se alocan, es cuando tal seguridad los lleva a tratar con la punta del pie a los usuarios de los servicios y a quienes los ayudan a hacer el trabajo ya sea otro diplomático de igual o menor rango o un empleado administrativo que no pocas veces realizan esas labores en su totalidad o casi. O sea, que es un colmadón cuyos empleados y clientes les parecen esclavos puestos a su disposición para que el esfuerzo por ganarse ese dinero sea mínimo, cuando no nulo.

En conclusión, que el sistema consular dominicano actual es una bofetada a la economía dominicana, tanto al gobierno dominicano como al pueblo dominicano, una patada en salva sea la parte al servicio diplomático dominicano acreditado en el exterior, y un descrédito mayúsculo, escandaloso, injustificable, para todo lo que representa nuestra nación a nuestros propios ojos y al resto del mundo.

Muchas gracias por todos sus comentarios sobre mi artículo anterior, tanto en la misma edición interactiva como en mis direcciones de correo electrónico. De ellos, reproduzco el que enviara Roque Leonel Rodríguez desde New Jersey, Estados Unidos, que dice: «Muy acertado el comentario de la distinguida dama. Si usted quiere saber lo que es pasar vergüenza como ciudadano dominicano, le invito a visitar el ‘Mercado público de Time Square’, perdón, el Consulado Dominicano en Nueva York, donde el comadreo y el compadreo, están por encima de las necesidades de los ciudadanos que requieren servicios y se necesitan 6 (seis) personas para manejar la solicitud de un documento, sin contar el tiempo de espera porque alguien está en ‘breakfast’ o ‘lunchando’ alguna yuca con salami. Realmente hace falta darle un carácter consular a una institución, que para Dominicana, está altamente desprestigiada y agraviada.»

Otro mensaje, me da nombres y apellidos de una antigua cónsul dominicana en Europa que, solamente en tarjetas de turismo, defraudó al Estado dominicano con medio millón de dólares, no hablemos de muchas otras irregularidades de ésas absolutamente impensables, y dizque anda loca detrás de que la nombren otra vez. Aunque confirmé la especie, no me asiste el derecho de acusarla públicamente.

Un tercer mensaje entre los muchos que recibí, dice de otra cónsul dominicana, también en Europa, que fue sustituida recientemente y se está haciendo nombrar diplomática en la capital del mismo país donde administró un consulado de provincia que le generó alrededor de cincuenta mil euros mensuales durante los tres años que lleva el gobierno. Y otro, que denuncia los atropellos, abusos y acosos de un cónsul que ni siquiera es dominicano, sino esposo de dominicana, al extremo de que los usuarios de los servicios consulares prefieren enviarlos a otro país del continente, aunque les cueste más en tiempo y dinero.

Señores, señoras, queridísimos lectores, si algo he constatado en el mes y piquito que llevo en Italia es que a las personas del mundo civilizado les da satisfacción, se les llena la boca y supongo que se les hincha el espíritu cuando cumplen con las normas, con las reglas, con las leyes, con los códigos. Sin el menor tapujo, instan a los demás a cumplir. ¿Saben por qué? Porque tienen la seguridad, la garantía de sus derechos civiles, porque tienen derecho a reclamar cuando algo no funciona, porque tienen la certeza de que existen, de que cuentan, de que valen, todos y cada uno. Es por eso que, cuando escribimos sobre temas como éste, recibimos más reacciones de los lectores en el exterior (aparte de que componen una gran porción de los lectores de la edición interactiva, por supuesto).

Tiene que llegar el día en que nosotros, los dominicanos, experimentemos esa misma sensación en nuestro suelo, sin tener que conocerla fuera del país. Eso sería el verdadero progreso, no ése falso que vivimos. Claro, tendríamos que empezar bien de abajo, recordando que la base del progreso es la solidaridad, no la rivalidad ni la competencia, mucho menos ésa tan desenfrenada que llevamos, por pendejadas.

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