Dirige obras en Sumatra

Dirige obras en Sumatra

POR LEONORA RAMÍREZ S.
Quienes creían que todavía quedaban lugares de difícil acceso para los dominicanos se equivocan, pues Martín Meléndez Valencia, un ingeniero egresado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), con una trayectoria ligada al trabajo social, está inmerso en las labores de reconstrucción de Sumatra, una de las islas de Indonesia que el 26 de diciembre del 2004 prácticamente destruyó el tsunami.

El forma parte de la Panasiatic National Rosource Conservation (PANECO), entidad que lo contrató para la construcción de 700 viviendas y un hospital en una franja de 800 kilómetros, obras que en su total tienen un costo de US$10.0 millones.

Aunque PANECO se dedicaba fundamentalmente a la protección de animales, ante la devastación del referido maremoto decidió extender la ayuda a miles de damnificados que viven en poblaciones cercanas a la costa.

Dada la necesidad de buscar personal calificado encontraron el currículo de Meléndez Valencia, quien en el 2003 recibió un premio de parte del Museo Tecnológico de San José, California, por el diseño de una teja liviana de cemento. «PANECO vio mi hoja de vida y se puso en contacto conmigo, me propuso ir a Sumatra en un momento en el que yo estaba en Nicaragua finalizando un proyecto de reconstrucción por los efectos del huracán Mitch.

«Me pidieron que realizara un viaje de investigación para determinar qué se podía hacer, y esa primera etapa se extendió de julio a diciembre del 2005, y de ahí resultó un contrato para la edificación de 700 casas y un hospital, en la zona de Banda Aceh, en un período de cinco años».

El proyecto se tomará ese tiempo porque no se pueden iniciar todas edificaciones a la vez, sobre todo porque las construirán las mismas familias que tienen que hacer otras tareas para conseguir su sustento, de acuerdo con sus explicaciones.

UNA POBLACION SUMIDA EN EL DOLOR

En julio del 2005 Meléndez Valencia puso por primera vez los pies en el Sudeste Asiático, una zona afectada por un maremoto que dejó miles de muertos. El paso del tiempo todavía no ha borrado el dolor y él lo ha percibido dramáticamente.

Cuando llegó aún se sentía el hedor de los cadáveres, pero más desgarrador que eso son los testimonios que no ha parado de escuchar.

«He visto poblados de los cuales sólo quedó el piso y puentes trasladados a una distancia de un kilómetro, pero también tomé fotos de las caras de la gente y en ninguna pude captar una sonrisa».

«Pero lo peor es escuchar historias como estas: tenía mi niña en las manos y se la llevó el mar; mi marido murió porque se tiró al agua a salvar a nuestro hijo y se fueron los dos; yo estaba en el campo y cuando llegué ni mi mujer, ni mis hijos ni mis animales estaban en casa; yo me salvé con mi niña porque esta en el médico pero mi esposo y mis demás hijos murieron».

La entidad Médicos sin Fronteras calculó que hubo 400,000 muertos sólo en Sumatra, explicó Meléndez Valencia al resaltar que aunque el se pone una coraza para que tanto dolor no le afecte, es terrible verificar que un niño se salvó porque las olas lo dejaron en la copa de un árbol, por lo que se convirtió en el único sobreviviente de su comunidad.

CARACTERISTICAS DE LAS VIVIENDAS

Diferentes organismos construyeron 700 viviendas en Sumatra, pero los residentes en esa comunidad se resisten a habitarlas porque no se diseñaron tomando en cuenta la idiosincrasia de los musulmanes.

«Un error tan sencillo como poner los inodoros mirando hacia la mezquita fue suficiente para que rechazaran esas casas, porque ellos no aceptan que se ore o se instalen esos artefactos mirando hacia la meca».

«Ahora hay 700 casas inhabitadas cuya inversión, de alrededor de US$2.5 millones, aparentemente se perdió. Ante esa situación nosotros decidimos diseñarlas junto a ellos para tengan el tipo de vivienda que desean».

Se trata de pequeñas casas de 36 metros cuadrados, con dos puertas, cuatro ventanas, dos dormitorios, sala, baño y cocina. En cuanto a la fortaleza de esas estructuras, el experto admitió que no resistirían un terremoto de 9.3 grados ni oleajes de 20 metros de altura, como ocurrió en Indonesia en el 2004, pero sí movimientos telúricos de 6.5 y 7 grados en la escala de Richter.

Respecto al tamaño de las casas explicó que en esa zona el espacio no es tan importante debido a razones culturales. Allá se calculan cuatro metros de espacio por persona, pese a que las familias son de nueve y diez miembros.

Las parejas duermen en privado, las mujeres en otra habitación y los hombres en la sala. No hay camas porque duermen en esteras, en el piso.

Asimismo, explicó que el inodoro no es tal, sino un hoyo a ras del suelo, junto al cual siempre hay agua porque no se utiliza papel higiénico. Para bañarse tienen un pequeño espacio contiguo al «inodoro».

CAMBIO CULTURAL

Meléndez Valencia tiene una traductora permanente que le permite comunicarse con los pobladores de la zona selvática de Sumatra, donde está situado el proyecto. Quizás adaptarse al clima no ha sido tan difícil, «porque es una versión corregida y aumentada de Azua, esa provincia dominicana donde hace un calor extremo».

La comida es rica en mariscos y pescados, muy picantes, aunque a él y a su esposa, Isabel Torres, se los preparan solamente con limón y sal; el menú también incluye frutas, vegetales y rubros como la yuca y el plátano…todos esos alimentos se comen con las manos porque en esa parte de las antípodas no se utilizan cubiertos.

Los indonesios no son tan abiertos como los dominicanos, pero cuando constatan que se les quiere ayudar son más receptivos, manifestó al destacar las relaciones humanas en esa lejana zona del mundo.

«Cuando me preguntan de dónde soy les digo que de la República Dominicana, un país cercano a Cuba, y entonces me dicen ah!, amigo cubano, porque tienen la referencia de Fidel Castro».

MELENDEZ EN RD

Este consultor internacional se graduó en 1979 y formó parte de los profesionales que participaron en los trabajos de reconstrucción, tras el paso del huracán David y la tormenta Federico, a finales de agosto de ese año.

En esa época le tocó compartir con el padre Luis Quinn, en San José de Ocoa, lo cual contribuyó con su sensibilidad social, la cual se había encendido en los años en que estudió en el Colegio La Salle.

En 1981 lo contrató la entidad suiza Grupo Sofonías para levantar un proyecto de viviendas en Los Bancos, San Juan, y luego en 1985 volvió a esa provincia para continuar otros trabajos de reconstrucción que le hicieron permanecer siete años en esa zona suroestana.

Para la misma Ong laboró en Jamaica, Ecuador, Bolivia, Perú, Colombia, y Nicaragua, país donde se quedaron viviendo sus hijos Carlos, Alberto y Patricia.

De ahí pasó a PANECO y como parte del contrato tiene que partir el lunes 23 de enero hacia Sumatra en la ruta Santo Domingo, Miami, Londres, Singapur, Medan, Banda Aceh.

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