Dirija usted la insurrección

Dirija usted la insurrección

FABIO RAFAEL FIALLO
Le propongo realizar, caro lector, un ejercicio de imaginación política. Le invito a trasladarse mentalmente al 28 de abril de 1965, a ese trágico día en que, en un acto desprovisto de legitimidad, tropas norteamericanas desembarcan en nuestro país. Le exhorto a convertirse en actor eminente de nuestra historia y asumir las riendas del movimiento constitucionalista cuya victoria los Estados Unidos intentaban impedir.

Lo primero que usted tratará de hacer, pienso yo, es evaluar la situación en el terreno y sopesar las diversas maneras en que el combate podría continuar. Con el transcurso de las horas, queda claro que las tropas norteamericanas, pese a su superioridad militar, no se atreven a penetrar dentro de la zona bajo el control constitucionalista. Una sola explicación es posible a este respecto: percibiendo el arrojo que manifiestan los soldados y civiles acantonados en esa zona, Estados Unidos se percata de que para entrar en la misma habría que pasar por encima de los cadáveres de muchos dominicanos, lo que acarrearía un elevadísimo costo político para el gobierno del país invasor.

De esa prudencia puede inferirse que existe un margen para la negociación política; el conflicto no habría de resolverse necesariamente en el plano militar. Y en una negociación, al movimiento que usted dirige no le falta un arma poderosa que esgrimir: el apoyo popular.

En sus manos tiene usted pues la posibilidad de instar al pueblo en su conjunto a organizarse activamente en contra del invasor y de los escasos dominicanos que habían patrocinado la infausta intervención. De seguir esta vía, el llamamiento que usted lanzaría al pueblo dominicano haría hincapié en que la lucha ha cambiado de naturaleza, añadiendo que ya no se trata de una guerra civil, fratricida, sino de un combate de todo el pueblo, independientemente de las diferencias que hasta ahora lo habían dividido, en contra de la invasión. Todos los esfuerzos, concluiría el llamamiento, girarán en torno a esa finalidad prioritaria y central: librar una guerra patria, por medio de objetivos de amplia base, en pro del rescate de la soberanía nacional.

Podría hacerse, sin embargo, un lectura radicalmente diferente de la situación. Usted puede pensar que no hay que equivocarse de enemigo, que éste no es otro sino la pandilla de dominicanos que habían solicitado la intervención a fin de impedir la reinstauración del orden constitucional de 1963. La estrategia adecuada en este segundo escenario habrá de perseguir dos objetivos complementarios: primero, dejar saber a las fuerzas extranjeras que ellas no son el enemigo o blanco principal; segundo, preservar el territorio bajo control constitucionalista a fin de estar en condiciones de negociar, y para ello, habrá que disuadir las fuerzas extranjeras de penetrar en el mismo. Como se dice en la jerga política, será necesario manipular la “zanahoria y el garrote”, es decir, por un lado darles a las fuerzas extranjeras un aliciente para negociar, y por otro, amenazarlas para evitar que intenten un ataque militar.

Según esta segunda interpretación, el desembarco de tropas norteamericanas habrá sin duda cambiado los parámetros del combate, pero no la naturaleza del mismo: nos encontraríamos todavía en un contexto de guerra civil.

Ignoro, caro lector, la estrategia que usted habrá de escoger. Por el contrario, sí quedó clara la opción que la dirección constitucionalista prefirió. Veámosla.

Un día después del desembarco, a finales de la tarde del 29 de abril, el liderazgo constitucionalista reaparece, bajo el apelativo de Comando Militar Constitucionalista, a través de una proclama impresa dirigida “Al Pueblo Dominicano”. ¿A qué exhorta la proclama? ¿A que la población se subleve y se una en contra del invasor? No. ¿A que manifieste su repudio al desembarco que acaba de tener lugar? Tampoco. Entonces, ¿promete ahí nuestro Comando Militar Constitucionalista luchar él mismo en contra de esas tropas extranjeras? Tampoco. ¿Qué dice en definitiva aquel famoso llamamiento a propósito de las tropas extranjeras que ya ocupaban nuestro suelo? Nada. Ni siquiera las menciona, caro lector.

Lo que el Comando Militar Constitucionalista hace en su comunicado es instar a “la unidad de civiles y soldados armados” a fin de “derrotar definitivamente al criminal Wessin y su pandilla”. El comunicado añade enfáticamente: “No aceptamos ninguna solución que no sea el restablecimiento completo de la constitucionalidad con el profesor Juan Bosch en la Presidencia de la República”. (Ver Piero Gleijeses. “La crisis dominicana”, capítulo X, p.262, y la nota número 13 de ese capítulo, en la que se subraya que aquel comunicado omite mencionar las tropas extranjeras en el país).

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