Discapacitados viven el drama de los años y la caridad pública

Discapacitados viven el drama de los años y la caridad pública

Los años y la insensibilidad humana se unen para hacer más pesada y dramática la vida de los discapacitados.
La pesada carga que llevan niños, jóvenes y ancianos es un calvario diario en calles y avenidas, donde proliferan cientos de minusválidos que viven de la generosidad pública.
El drama es aún mayor para los envejecientes que andan en sillas de ruedas o apoyados en muletas. Muchos de ellos son asistidos por parientes o amigos, mientras otros tienen que valerse por sí mismos.
Su condición es un gran obstáculo para vivir con dignidad, pues no pocas veces encuentran la indiferencia.
Sin embargo, hay actos de caridad y sensibilidad humanas que se manifiestan con frecuencia.
Por ejemplo, Nazario García vive de lo que consigue en la avenida Duarte, donde recoge limosnas en una latica.
Perdió el brazo izquierdo y cuatro dedos de la mano derecha, y sufrió heridas en el cuerpo.
Según él, la causa de su tragedia fue que cortó un área en un cañaveral de Sabana Grande de Boyá, lo que produjo la ira sangrienta del afectado. La riña ocurrió en 1982.
Su esposa murió hace dos años, él hizo el traspaso de la Tarjeta Solidaridad que tenía ella, pero aún no la ha recibido.
El caso de García no es menos estremecedor que el de Francisco Báez Perdomo, un anciano de 87 años recién cumplidos.
A Báez Perdomo se le derrumbó sobre la cabeza un saco repleto de botellas, mientras cruzaba el puente Duarte, con el propósito de venderlas y ganarse unos pesos.
El accidente lo ha dejado en silla de ruedas, a pesar de lo cual, muestra sus energías de vida.
En efecto, erige sus brazos y muestra sus puños como señal de fortaleza física. Su drama no le impide moverse por Villa Francisca y San Carlos.
Otro caso trágicamente conmovedor es el de Gerónimo Tejeda, un adulto mayor, de 70 años.
Una bacteria que le inhabilitó la pierna izquierda, lo ha condenado a una silla de ruedas.
Su mujer lo abandonó y no sabe de sus hijos. Empero, no es el único que espera la misericordia de la gente. José Antonio Tejeda, en silla de ruedas, también vive de limosnas.

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