Discordias que agravan Haití

Discordias que agravan Haití

Aun año del desastre causado por un terremoto sin parangón  y a pocos meses de que le estallara una mortal epidemia de cólera que no se detiene, Haití está cosechando el fruto amargo de las ambiciones sectarias que trastornan su sociedad y a sus casi inexistentes instituciones.  Las recién pasadas elecciones resultaron muy afectadas por irregularidades contrarias a la intención  de consultar con algún crédito la voluntad de los haitianos. Hubo trampas y adulteraciones y pasó el tiempo en que los organizadores debieron emitir algún fallo aceptable para los participantes y para la opinión pública local y externa. Las discordias e insatisfacciones,  en un país sin tradición democrática, obligan ahora  a las partes a negociar un acuerdo para  preservar el orden institucional.

 El presidente René Preval, que  sorprendió con su llegada a Santo Domingo abrumado por la gravedad de los problemas, tendrá que colocarse a la altura de las circunstancias. La comunidad internacional ha objetado   que permanezca como aspirante para una segunda vuelta electoral el candidato del oficialismo, Jude Celestín. El diagnóstico de la Organización de Estados Americanos, respaldado por la ONU implica que   el pupilo de Préval  no  obtuvo, en buena ley,  suficientes votos para seguir siendo opción. El mandatario haitiano y las autoridades electorales de Haití no tienen más camino que eliminar todo escollo para que el proceso culmine.

Los municipios y sus dilemas

Los ingresos que por sus propios medios se agencian  los ayuntamientos no se corresponden con la magnitud de sus obligaciones  de servir a los munícipes en materia de higiene y ornato,  calles asfaltadas y áreas de recreo;  y  en el caso particular de Santo Domingo, poner fin  a la agravada condición  cloacal de los ríos Isabela y Ozama. Llama la atención, no obstante, que entre las causas  de las precariedades financieras de los organismos  está la retención por  parte del Gobierno Central de fondos millonarios que por ley les corresponden.

Pocos cabildos cumplen con las normas que garanticen  la  administración idónea  de recursos lo que facilita el deterioro de la calidad del gasto y el crecimiento desproporcionado de las nóminas insufladas  por intereses políticos. Cualquier propósito de aumentar  los  arbitrios municipales obliga  primero a poner la casa en orden y a dar la cara con justos reclamos a las propias superioridades políticas y fiscales de los alcaldes.

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