Discriminación por edad: una
violación de los Derechos Humanos

Discriminación por edad: una<BR>violación de los Derechos Humanos

MELANIA EMETERIO R.
La República Dominicana vive sumergida en un maremagnum de problemas y necesidades históricamente insatisfechas. Las constantes denuncias de corrupción, delincuencia, feminicidio, y el alto costo de la vida, son solo algunos de los problemas que saturan el ambiente social, convirtiéndolo en un espacio de insatisfacciones e inseguridades. En medio de este gran ruido, se dan otras situaciones violatorias de derechos, pero que no se hace pública porque no existe ni la sensibilidad ni los canales adecuados para ello. Son voces ahogadas en medio del no saber qué hacer ni a dónde ir. Uno de estos casos es el de la discriminación por razones de edad, una injusticia que vulnera más de un derecho en cada persona afectada.

Una sociedad que aspira al desarrollo y prosperidad, no debería echar raíces sobre base discriminatoria, pues afecta el estado de derecho. El avance en el desarrollo institucional ha de andar parejo con el progreso en la valoración de la escala humana, por lo que entendemos necesario que sea analizado el problema de la discriminación laboral por razón de edad, pues hace víctimas a muchas personas principalmente mujeres. El país debe avanzar más en la dirección de la aplicación de políticas que conduzcan a un cambio de una mentalidad que no propicie ni sea indiferente a la violación de los derechos humanos.

En el caso de las mujeres, la discriminación por la edad es más común, pues es un sector muy vulnerable a cualquier forma de exclusión de género. El peso de la cultura y los prejuicios que oprimen y subvaloran a la mujer tienen un peso importante, y funcionan como una espada de Damocles, siempre incidiendo en su vida. La variable edad influye negativamente no solo en el aspecto laboral.

Cuando a una mujer se le discrimina por la edad principalmente en el terreno laboral, se le está recordando muy sutilmente que su lugar natural es la casa. Así es como muchas mujeres se van convenciendo de que al llegar a determinada edad, su vida se da por terminada, creen que no valen mucho. Lo que de ahí se deriva son situaciones humanas que se expresan en el nivel afectivo, baja estima y desesperanza, que son episodios que a muy pocos interesa.

Recientemente, una maestra relató que tiene título de licenciada, además de otros cursos especializados en su área, por eso, se acercó a la dirección de un Distrito Escolar para participar en un concurso, pero al depositar su expediente, no se le dio entrada, pues tenía 42 de edad, y por esto no calificaba para concursar. Otro testimonio es el de una médico-gineco obstetra y pediatra que en forma de disgusto expresó que no pensaba seguir estudiando, pues quiso participar en un concurso para ascender dentro de su área de desempeño, y no se lo permitieron porque ya tenía 53 años de edad. Son muchos los casos que se vienen dando, pero en estos dos ejemplos hay un común denominador, y es que la discriminación vino del sector oficial, el mayor empleador.

Así como hay leyes escritas, localizadas en una gaceta oficial, también existen otras que no existen físicamente en ninguna parte, pero funcionan a través de una comunidad de intereses consensuados al amparo de la moral de la conveniencia, principalmente de carácter económico, en desapego a cualquier otra consideración. Esas leyes no escritas se solidifican y amparan en la práctica silente del dejar actuar y dejar pasar.

Con esa mala práctica se obvia la existencia de leyes nacionales e internacionales que prohíben la discriminación por considerarla dañina a la dignidad humana.

La discriminación por edad es una forma de violencia.

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