Recientemente, en el programa de televisión “El Despertador”, aprecié un estudio de percepción racial con niños dominicanos. Sentados frente a dos muñequitos de goma, uno de piel blanca y otro de piel oscura, respondían a preguntas que trataban de determinar la valoración que esos infantes daban a preguntas sobre honestidad, inteligencia, futuro profesional, etc. La inocencia infantil reflejaba allí los conceptos aprendidos desde la teta inicial en el hogar, en la escuela y en las calles.
Edith Febles y Marino Zapete opinaron, asombrados, cómo a tan temprana edad esos niños habían sido indoctrinados con la falsa idea de que las personas de piel clara son superiores a los de piel oscura. Desgraciadamente, la discriminación racial aprendida en la infancia nunca abandonará a esos seres, quienes crecerán traumatizados sintiéndose inferiores.
Reflexioné entonces para confirmar qué había provocado la resolución del Tribunal Constitucional que despoja de su nacionalidad dominicana a miles de personas de origen haitiano. El autor intelectual de la desgraciada resolución había sido la discriminación racial aprendida por esos jueces desde que nacieron. Poco debe haber influido la presencia de dos magistrados de origen cocolo, dos provenientes de familias palestinas y un resto de mulatos, cuarterones y negros.
El veneno viene de fábrica, de la denominación de origen de una identidad construida en base al reconocimiento de la superioridad de otros con la piel blanca. Todo eso aunque ninguno de los jueces sea blanco y todos tengan “el negro tras de la oreja”.
Para esa resolución, primó en ellos algo más fuerte que la Constitución de la República y el justo Derecho. Predominó en su decisión la obsesión del mulato Rafael Trujillo de “mejorar la raza”. No debieron ignorar en su decisión que ese tipo de ideología fue lo que llevó al genocidio de 1937 cuando se asesinó a miles de seres humanos que no pudieron pronunciar claramente la palabra “perejil”. Estos jueces pensaron como el acomplejado tirano de San Cristóbal, quien optó por importar españoles, judíos y japoneses porque se avergonzaba de su mulataje. De haber vivido en la época actual, nutrida de grandes avances de la ciencia y de tecnología, no dudamos que Trujillo hubiera seguido el aberrante camino de blanquearse la piel, tal como luego lo harían el pelotero dominicano Samuel Sosa y el artista estadounidense Michael Jackson.
¿Habrá pensado en eso alguno de los jueces del Tribunal Constitucional? No puede olvidarse que la ideología de negar su propia identidad comienza por alisarse el pelo para parecerse al blanco. Y nunca se sabe hasta qué extremos puede llegar el síndrome esquizofrénico que busca negarse a sí mismo.
Triste y lamentable resulta descubrir que la decisión de esos jueces no representa la realidad étnica dominicana. Han sido permanentemente chantajeados por el grupo fascista anti haitiano y ceden fácilmente ante esa burda hipocresía. Tiemblan ante el grito permanente de que el país se está haitianizando, queriendo decir con esto, ennegreciéndose. Falso de toda falsedad.
Ocultan por todos los medios los datos de la composición racial dominicana al momento de la separación de Haití y la fundación de la República.
Si damos crédito al informe del año 1844 preparado por el teniente Daniel Dixon Porter, por encargo del presidente de Estados Unidos, John Tyler, comprobaríamos algo diferente. Dixon preparó un documento que tomaría forma de libro con el título de “Diario de una Misión Secreta a Santo Domingo”. En este se establece que en ese momento el país contaba con 159,000 habitantes. Su composición racial estaba distribuida en 5, 000 blancos (3%), 60, 000 cuarterones (38%), 60,000 mulatos (38%), 14, 000 “mulatos oscuros” (9%) y 20,000 “africanos” (12%). Hoy, 169 años después, la composición étnica dominicana ha sido establecida como de 11% de personas de piel negra, un 73% de mulatos y un 16% de aquellos de origen caucásico. O lo que es lo mismo decir, en vez de ennegrecerse como alegan los patrioteros anti haitianos, la sociedad dominicana se ha “aclarado” en virtud del aumento de los de piel blanca.
Definitivamente Trujillo y la discriminación racial aprendida han ganado este episodio, pero es mucha el agua que debe pasar todavía por debajo de este puente histórico hasta que se haga justicia.