Discurso de Lantigua en la entrega del Premio Nacional de Literatura

Discurso de Lantigua en la entrega del Premio Nacional de Literatura

Ofrecemos a nuestros lectores el texto del discurso pronunciado el miércoles en la noche por el secretario de Cultura, doctor José Rafael Lantigua, en el acto de entrega del Premio Nacional de Literatura 2005:
Señores:
Esta noche, entregamos el Premio Nacional de Literatura, máximo galardón de las letras dominicanas, el cual, todo autor para merecerlo, debe contar con una obra madura, que sea sostén de la literatura nuestra y guía para las generaciones actuales y futuras sobre el modo de asumir el ejercicio literario.

Sostenido y administrado de forma pulcra e incuestionable por la Fundación Corripio, esta presea constituye, como todos sabemos, la consagración formal del escritor que la recibe y su entrada definitiva al exclusivo círculo de los mejores hacedores de nuestra cultura literaria.

Durante toda su trayectoria, el Premio Nacional de Literatura ha reconocido la labor de nuestros autores más representativos, y los ha colocado en el lugar que cada uno de ellos se merece por su entrega al trabajo literario, por su empeño en ejercer un oficio de constantes y muy disímiles variables, por la constancia, contra toda vicisitud y tempestad, en la tarea irrenunciable de la escritura creadora, y por su contribución a la elevación y desarrollo de nuestra historia literaria.

Por eso, esta noche asistimos, por nueva vez, a la entrega de un reconocimiento distinto y superior: al premio que factura la verdadera dimensión de la obra de vida de un escritor dominicano. 

Como el Nobel, como el Cervantes, como el premio de las letras francesas, como cualquier otra presea que honra la escritura personal de toda una vida, el Premio Nacional de Literatura certifica la calidad de una trayectoria vital en el ejercicio del hecho literario como forjador de premisas, de estilos, de ideas y de sueños con los que se ha construido siempre la propia historia humana en todas las épocas y en todas las latitudes.

Este año, por decisión unánime del jurado actuante, cuya asamblea me honré en presidir, el Premio Nacional de Literatura se otorga al sancristobalense Diógenes Valdez, cuentista, novelista, ensayista, crítico y esforzado educador en la especial tarea de enseñar a muchos jóvenes de distintos puntos del país los vericuetos esenciales del arte de la narrativa breve.

Diógenes Valdez asume hoy el lauro de la consagración poco más de treinta años después de que comenzara a forjar sus caminos literarios que, desde un principio, estuvieron respaldados por el reconocimiento crítico y por una todavía pequeña legión de lectores que comenzó a valorar de inmediato los alcances de sus primeras incursiones en el cuento.

Diógenes Valdez se dio a conocer desde los mismos inicios de los años setenta, aunque ya su producción venía creando su espacio lacerada por los agravios de una guerra perdida que, como todos los que surgieron en el fuego de aquella hoguera abrileña, padeció sus sacudimientos y estertores, y plasmó –aunque desde un ánimo sensorial y una visión diferente- los haberes de aquel episodio histórico.

Hombre de provincia, aunque cercano al mundo literario capitalino, supo prontamente conquistar el aprecio de lectores exigentes. Cuando apenas se iniciaba el decenio de los setenta, Héctor Amarante elogiaba su cuento “Antipolux”, significando que poseía “una delicadeza técnica magnífica” y señalando que “un tema tan crudo como el de la revolución no puede ser tratado frecuentemente con mayor finura y poesía”.

León David, que desde entonces se ha ocupado con especial atención de la obra de Valdez, se sorprendía en 1973 del “dominio de este escritor en la confección de sus relatos, de la maestría con que logra conducir el hilo narrativo hasta el clímax deseado y su sorpresivo desenlace, como en el lenguaje sobrio y agudo¼” Y sentenciaba que “su presencia en el joven panorama de la literatura dominicana era desde ya uno de los pilares sobre el que se podían fundar las más sólidas esperanzas”.

Luego, se sucederían las críticas de los mejores analistas cotidianos de la literatura durante esa época. Manuel Rueda decía de él que se movía con naturalidad dentro de lo fantástico, y señalaba que “de su sentido del control y de la forma en lo fantástico, deriva la principal excelencia de su narrativa”.

Marianne de Tolentino lo consideraba ya en 1978 como “una personalidad de la narrativa nacional”. Y Enriquillo Sánchez le calificó de “narrador inmerso en la poesía”. “De ahí que sus cuentos no desmayen nunca”, a juicio del fenecido poeta.

Estaba naciendo entonces el primer libro de Diógenes Valdez: “El silencio del caracol”, con el que obtendría el Premio Nacional de Cuento de 1978. Conservo todavía el ejemplar de Taller de la primera edición. De entonces a hoy, mi aprecio y conocimiento de la obra narrativa de Valdez han crecido en el tiempo y mi admiración por su envidiable talento como narrador, en el cuento o la novela, es cada vez más firme.

Los veinticinco relatos de ese libro primerizo, constituyeron en su momento un acontecimiento singular en nuestras letras, sobre todo porque se estaba asumiendo el cuento con características muy distintivas y aportadoras, sobre todo después de la escala vigorosa que había hecho nuestra narrativa en los años sesenta con creadores muy celebrados.

Esa fama fue llegando a los diversos círculos literarios de la época, y aprecié, desde temprano, los valores que encerraba la arquitectura de esa narrativa, su diseño estilístico y las formas que adoptaba el lenguaje en ese entramado, objetos de numerosos comentarios entre los que, para entonces, desde nuestra posición de lector,  intentábamos descubrir los valores y alcances de la buena literatura.

De El Silencio del Caracol a los cuentos de Acta est fabula; de La telaraña a la todavía no bien ponderada saga de El sexteto de Fort Liberté, basada en el poema “Yelidᔠde Tomás Hernández Franco;  de una de mis más apreciadas novelas, Lucinda Palmares, a Retrato de dinosaurios en la Era de Trujillo, camina, señores, con esplendidez, llena de logros estimulantes para nuestra literatura, una obra rigurosa, una visión distinta y personal del hecho narrativo, una trayectoria luminosa en el indudable arte de hacer grande y elevado el ejercicio de la literatura.

Ese ejercicio y esa trayectoria son los que el jurado actuante en el Premio Nacional de Literatura han querido premiar con respaldo unánime, en la seguridad de que se reconoce así una obra de vida singularmente ejemplar que honra y enaltece las letras dominicanas.

La Secretaría de Estado de Cultura ha estado empeñada, desde hace seis meses, en valorar la labor literaria, de manera que nuestros escritores sientan desde el Estado el propósito de proporcionarles mejores caminos de proyección. En este sentido, este año se modificaron totalmente las bases de los premios anuales de literatura, para abarcar mayor cantidad de géneros y modalidades, y al mismo tiempo ampliar la dotación de los principales premios que concede el Estado Dominicano.

Este mismo planteamiento se ha estado aplicando en otros concursos que patrocina la cartera a nuestro cargo, logrando que el Premio Nacional Feria del Libro Eduardo León Jimenes llevase su dotación este año a $400,000. Igualmente, se incrementó la dotación de los concursos que se patrocinan desde la Feria del Libro.

Me permito comunicar a todos los presentes, que la Secretaría de Estado de Cultura como copatrocinadora del galardón que hoy entregamos y cuya importante dotación de $500,000 corresponde a la Fundación Corripio,  por instrucciones del Excmo. Sr. Presidente de la República, Dr. Leonel Fernández, desde este mismo año, añade a la dotación señalada un apoyo vigoroso y directo para que los valores que entraña este premio sean conocidos y divulgados de modo efectivo a través de todo el territorio nacional.

En este sentido, la Secretaría de Estado de Cultura, a través de su División Nacional de Talleres Literarios y de su Dirección General de Provincias, auspiciará una gira por todas las provincias del país y algunos municipios importantes de nuestro escritor laureado esta noche, a fin de que su obra literaria sea conocida ampliamente y los lectores dominicanos, especialmente los jóvenes interesados en la literatura, tengan un contacto directo con nuestro Premio Nacional de Literatura. Esta gira se desarrollará a partir del mes de marzo, una vez se acuerde con el autor los detalles de la misma. Incluirá, a partir de mayo, a las ciudades de Nueva York, Boston, Madrid, Santiago de Chile, Montevideo y Buenos Aires.

En tal virtud, se preparará un contrato a nuestro Premio Nacional de Literatura para la realización inmediata de esta gira literaria por toda la geografía dominicana.

Por otra parte, comunico a ustedes y al autor, que conoce estas decisiones en este mismo momento, que ya se ha acordado con una reconocida editora de Italia la edición y difusión de su obra en italiano, para lo cual se harán los arreglos de lugar de inmediato.

De esta manera, la Secretaría de Estado de Cultura deja de ser un ente pasivo en este premio, para favorecer el conocimiento de la obra de vida de los que hoy y mañana alcancen la consagración que otorga la presea que esta noche entregamos. 

Aspiramos a que en el futuro inmediato, junto a la labor de los creadores, se reconozca del mismo modo la labor de los que han construido la historia literaria de nuestro país desde otros géneros, entre ellos el ensayo, la historiografía y la crítica literaria. De este modo, los más importantes constructores de nuestra cultura literaria, desde diferentes ángulos, recibirían el lauro que merecidamente  tienen ganado.

Agradezco profundamente a la Fundación Corripio, en nombre de la sociedad literaria dominicana y de todo el país cultural, sus permanentes empeños en organizar, mantener y solidificar cada año este Premio Nacional de Literatura. Quiero que me permitan evocar en este momento la figura de don Manuel Corripio, fallecido hace pocos meses, quien cada año presidía esta asamblea con riguroso respeto a los hombres y mujeres de nuestras letras, y con especial atención al éxito de esta solemne ceremonia que contó durante todos sus años de existencia, con su viva y estimulante presencia.

Felicito, con respeto y especial simpatía, a los consagrados trabajadores culturales de la Fundación Corripio, un equipo compuesto por auténticos intelectuales, por su empeño tesonero en mantener la calidad de este certamen y en hacer que la administración del veredicto y de toda la organización se realice con transparencia y con una visión dinámica puesta al servicio de los mejores intereses de la cultura dominicana.

Al asociarnos jubilosos a esta fiesta fundamental de las letras dominicanas, aspiramos a que este lauro continúe invariable su trayectoria en beneficio de todos los que hacen de la literatura un medio de vida y un modo de conducta.

Para el consagrado escritor Diógenes Valdez, Premio Nacional de Literatura 2005, nuestros parabienes, junto a nuestra firme esperanza de que, en lo adelante, cada vez más dominicanos conozcan su obra y se beneficien de los valores que aporta su vigorosa y sólida carrera literaria. ¡Enhorabuena, gran escritor!

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