DISCURSO
El libro de Kasse Acta

<STRONG>DISCURSO <BR></STRONG>El libro de Kasse Acta

Rafael Kasse Acta es un nombre con el cual mi generación y las que han venido detrás tienen una deuda, que sólo se saldará  cuando le reconozcamos su inmensa dimensión de hombre estudioso, honesto, comprometido y solidario. Ojalá la publicación de este libro, síntesis de  un pensamiento  que es expresión de  una vida atravesada y signada por las características señaladas, marque un capítulo de redención a ese débito.

Hijo de Macorís del Mar, la proverbial provincia oriental a la que cupo una efímera época de esplendor,  que tuvo sus aportes importantes a las letras  nacionales y que le recibió con los lejanos ancestros que marcaron profundamente su andadura vital y su pensamiento plural, ancho y pleno, en donde cabían todas las preocupaciones humanas y la mágica percepción de la belleza fundamental  que es la vida misma, convertida en un inacabable tema que  aguijoneó su espíritu y le comprometió en un intenso afán intelectual y moral. El mismo del que surgieron sus grandes compromisos, el político y el moral,  que son los títulos indiscutidos para entrar en la posteridad.

Rafael Kasse Acta fue un hombre forjado en ese crisol  antillano donde le tocó nacer,  cuyo pensamiento vino a ser una muestra mas de lo que él llamó la huella cultural “del humanismo árabe en España y el mundo”, el cual evoca en un artículo publicado en el periódico Hoy, del 16 de mayo de 1990, diciendo: “Las universidades de Córdoba y Toledo, fundadas por los árabes, hablan elocuentemente del tipo de dominio que ejercieron los árabes en España. Y a través de España y Sicilia sobre el resto de Europa y de la Edad Media”.

Hombre culto, honesto, de intenso afán intelectual, era dueño de una gran facilidad para la comunicación y una vocación para la amistad, por el intercambio sano y provechoso, dando de sus conocimientos y aprendiendo del de todos.  Estudioso, era un enamorado de las tertulias que generaran intercambios enriquecedores y fraternidad cimentadas en afanes y sueños comunes. Su muerte, acaecida en Septiembre del año  2004, dejó sin nido a un buen número de contertulios, fascinados por su erudición, la dialéctica de su discurrir y su proverbial bondad.

De él puede decirse lo que ya he dicho a propósito de Juan Bosch, en el sentido de que ambos son “expresión del humanismo político que hace del ser humano un punto de vista sobre todo lo existente y lo sitúa en el centro de la organización social. El servicio al hombre es la razón de ser de todo lo que existe: sociedad, gobierno, leyes, economía, ciencia y tecnología. Nada tiene sentido  a menos que tenga un valor instrumental, es decir, a menos que exista para satisfacer necesidades humanas.  Esa visión de servir al hombre y de guiarse por las necesidades del hombre tiene, lo mismo en Juan Bosch que en Martí, (y ahora, en Kasse Acta) una expresión de carácter cultural. Alguien ha dicho, y creo que se aplica en toda su extensión a  nuestro personaje, que “en Martí la política es una zona de la cultura, y la cultura misma es consumada expresión humana al servicio del hombre”.

Lo cultural es síntesis de esforzados estudios académicos, lectura permanente y profunda, reflexión honesta y comprometida en torno a la realidad que le circundaba mas directamente como a la del propio mundo en que le tocó vivir. Ese mundo  cuyas leyes de desarrollo alcanzó a comprender a través de sus mejores pensadores, para consolidar un fuerte compromiso ciudadano, comprometido básicamente con la libertad, con la paz y  la solidaridad.

Por eso escogió la política como forma de honrar el compromiso y lo hizo junto a Juan Bosch y su Partido de la Liberación Dominicana (PLD), condición que agregó a la de odontólogo, profesor universitario, rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y viceministro de Salud del gobierno en armas de Francisco Caamaño.  El político centró su quehacer en la construcción de la paz y la solidaridad, lo mismo entre los hombres como entre los pueblos.

El libro que prologamos con estas modestas líneas es un producto de esa visión/compromiso. Su origen étnico (hijo de inmigrantes libaneses que arribaron al país a principios del Siglo XX) y sus ideas y principios de paz y libertad, alimentaron en él una preocupación constante, vital, por la suerte que marcó el desarrollo del pueblo de sus ancestros y la confrontación bestial a la que se ha visto sometido.  Su pensamiento y su activismo político le mantuvieron siempre levantando las banderas de los pueblos árabes, denunciando la injusticia de las guerras que contra ellos se lanzaron y reclamando del mundo, un voto por la paz y por el respeto y supervivencia  colectivos.

En Conflictos  Arabe-Israelí el autor recopila los testimonios de sus luchas y de sus agonías de humanista, reflejadas en los artículos que durante más de     dos décadas  escribió para su columna en el periódico Hoy. En uno de ellos afirma que “el camino en busca de la paz entre árabes e israelíes ha sido largo, difícil y tortuoso” para dar la medida  de su quemante amor por la paz y defensor agudo y militante de la causa del pueblo que ofreció el lugar de  nacimiento de sus antepasados  y el aliento para percibir y transmitir su cultura. Es decir, el sentimiento ancestral hacia esos pueblos y la huella cultural a la que ya hemos hecho referencia.

Pero lejos de ser artículos o textos dictados por la pasión, son reflexiones muy asentadas en el conocimiento de datos, fechas y realidades, para armar imbatibles alegatos por  la paz con justicia.  Su lectura nos dará, es cierto, su visión particular de un drama humano que  mantenía alerta su conciencia; pero no impedirá que nos forjemos una visión más comprensiva e ilustrada del mismo.

He hablado de deuda y pudiera pensarse que estas palabras de presentación sean un aporte, modestísimo, a honrarla. Pero no, es sólo la expresión muy sentida de  admiración por un hombre a quien lamentablemente no llegué a expresar toda mi devoción. Un hombre que,   con gran sentido de dignidad y de dedicación a su pueblo, que me entregó, junto a José Joaquín Bidó Medina,  un prócer cívico, por quien  sí he podido profundizar, con el trato, mi admiración, el 25 de marzo de 1970, minutos antes de salir a cumplir uno de sus tareas de hombre comprometido, el título de Doctor en Derecho que me concedía la Universidad Autónoma de Santo Domingo, de la cual Kasse Acta era entonces su Rector Magnífico  y Bidó Medina el prestigioso Decano de su Facultad de Derecho.  Razones de más para que la encomienda de abrir con estas palabras la invitación  a continuar la lectura de este libro, sea para mí una distinción que  agradezco a los editores.

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