DISCURSO
El poder del Narco

<STRONG>DISCURSO <BR></STRONG>El poder del Narco

Palabras finales del periodista colombiano Fidel Cano Correa, director del periódico El Espectador, quien pronunció el discurso centralde  la puesta en circulación de  libro “Figueroa Agosto: El Poder del Narco”, en Bogotá.

Y bueno, algunas semanas después de dichas reflexiones, llegó a mis manos este libro de Rafael Nuñez como un buen ejemplo de que sí es posible hacerlo. Y así, conforme avanzaba en la lectura de este libro al que en un principio le huía, empecé  querer saber un poco más sobre el autor, sobre este otro Rafael Nuñez.

Intrigante resultó lo que fui encontrando por la Internet. Y vuelvo a mis confesiones, no me dio buena impresión en un primer momento, pues personalmente soy un opositor rotundo a la idea de la puerta giratoria, de que alguien puede ser periodista, ir al gobierno y luego regresar sin más, como si nada, como si el periodismo fuera un oficio de paso y no una profesión seria.

De manera que le costó trabajo a Don Rafael Nuñez, y quizás la historia de su nombre también sumaba en mi rechazo, reconquistar mi confianza. Pero lo fue logrando.

Hacer desde un puesto de gobierno un libro tan revelador como éste, muestra de entrada dónde están las prioridades de Don Rafael. Y atreverse a decir en el lanzamiento de la primera edición de su libro, allí en República Dominicana y frente a altos y poderosos personajes presentes en la sala, que “altos funcionarios del gobierno y poderosos intereses fuera del gobierno; los mismos que en vida descalificaban al profesor Juan Bosch, que lo injuriaban y hacían campañas sucias, eran los mismos que por diferentes vías se oponían a que circulara el libro”, vaya si demuestra que estamos ante un periodista ante todo que tiene bien claros los límites de su profesión.

Busqué críticas al libro también y, al menos en la Internet, lo que encontré fue lo mismo de siempre cuando se carece de argumentos. Que se trata de documentación secreta que hace parte de investigaciones en proceso, que el autor se aprovechó de su posición dentro del gobierno para acceder a ella, que no era el momento más oportuno para publicarlo porque se podía dañar dicha investigación.

Para sumar a las similitudes, debo contarles que exactamente esos mismos reparos se hacían en Colombia cuando a finales de los años 80 un valiente periodista investigador, Fabio Castillo, publicó el más completo mapa de los carteles de aquel entonces en su libro Los Jinetes de la Cocaína.

Lo acusaron de haber usurpado documentos secretos de la Procuraduría, pero las acusaciones pasaron y el libro es hoy de obligada consulta cuando se quiere saber algo de la penetración del narcotráfico en la sociedad en aquellos años nefastos para Colombia.

De manera que, Don Rafael, ya sabe usted que ese tipo de críticas las escuchamos todos los días en las redacciones de los medios informativos cuando decimos cosas que algunos no quieren escuchar.

Finalmente, porque creo que ustedes, como yo, lo que queremos es escuchar a la estrella de esta noche, quizás lo que más me encantó de este libro es su final, que también me parece valiente.

Luego de contarnos toda la historia de infiltración, florecimiento y caída de Figueroa Agosto, con lujo de detalles y documentación profusa y reveladora, el capítulo final se enfrenta a la gran pregunta que nos hacemos cada cierto tiempo quienes más hemos batallado y hemos puesto nuestra cuota de sacrificio en esta lucha contra las drogas.

¿Ha valido la pena? ¿Se puede ganar? ¿No será momento de revisar el camino y plantear una legalización controlada de las drogas ilícitas? ¿El problema son las drogas o la criminalidad que se genera por su ilegalidad? No puedo en este tema estar más de acuerdo con Don Rafael cuando escribe: “Los Estados del mundo deben actuar para diseñar una política común, dirigida a ponerle control, pero también a crear las condiciones legales para que las sustancias psicotrópicas estén debidamente reguladas por una legislación, acorde con los tiempos, que tome en cuenta su utilidad, pero también considere que el ilegal negocio es generador de violencia y daños a la salud de nuestros ciudadanos”.

Este párrafo debería ser el prefacio de la próxima discusión sobre la guerra a las drogas en Naciones Unidas.

Pero me temo que aún estamos lejos de esa realidad. Lejos, pero menos que hace un año, y mucho menos que hace dos, y ahí se irá labrando el camino.

Pero mientras la criminalidad continúe abriéndose paso en nuestras sociedades de la mano del narcotráfico, los periodistas tenemos que continuar en nuestra tarea de develar lo que otros tratan de ocultar.

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