Discurso presidencial:
lo bueno, lo malo y lo feo

Discurso presidencial: <BR>lo bueno, lo malo y lo feo

En su discurso de rendición de cuentas a la Asamblea Nacional el pasado lunes 27 de febrero, el presidente Leonel Fernández aprovechó la ocasión no sólo para hacer el tradicional reporte anual, sino también para comparar sus últimas dos gestiones presidenciales con el gobierno que le antecedió del PRD.

En un año electoral como es el 2012, se entiende que el Presidente utilizara la ocasión para hacer comparaciones con el principal contendiente de su partido el próximo 20 de mayo.

Hay, sin embargo, dos problemas con esta estrategia: compararse con algo que fue negativo no es particularmente loable ni esperanzador, y rendir cuentas retrospectivamente sin abordar los graves problemas del presente (irresueltos o empeorados) es un truco que deja mal sabor.

En general, el discurso de Fernández contiene lo bueno, lo malo y lo feo de su gestión. Muchos fueron los temas tratados, y en lo que permite el espacio de un artículo periodístico, haré algunos comentarios.

Del lado bueno, es innegable que el gobierno ha ejecutado una política macro-económica que ha mantenido la inflación y la devaluación del peso moderadas.

Esto no quiere decir que la mayoría del pueblo dominicano viva bien, aunque haya aumentado el monto absoluto de consumo en alimentos y electrodomésticos, sino que la inflación no ha erosionado dramáticamente la capacidad adquisitiva.

En una economía abierta como la dominicana, que depende altamente de la importación de productos de consumo e insumos, la devaluación de la moneda magnifica la inflación.

Consciente del impacto negativo que tiene el binomio inflación-devaluación, el presidente Fernández ha cuidado celosamente la política macro-económica, y esto es clave para entender la fortaleza de su gobierno a pesar de los problemas.

También ha sido positiva la retórica de progreso con que el Presidente siempre ha contextualizado sus acciones. Los países necesitan animadores políticos, y Fernández ha cumplido bien ese rol, ya sea exaltando los valores de la educación, la cultura, o las inversiones en infraestructura; o con un “e’pa’lante que vamos”.

Entre lo malo, es importante resaltar dos aspectos: la baja inversión en educación y la corrupción.

A pesar de la relevancia discursiva que Fernández ha dado a la educación, la inversión pública en ese sector no se corresponde con sus palabras.

Aumentar el presupuesto del Ministerio de Educación de 12 mil 778 millones de pesos en 2004 a 45 mil 83 millones en 2011 puede sonar fabuloso en números absolutos, pero no en términos porcentuales.

La inversión en educación durante los ocho años de gobierno de Fernández se ha mantenido alrededor del 2% del PIB, a pesar de que los expertos y la Ley General de Educación indican un 4% para, con controles de calidad, mejorar el rendimiento escolar.

Utilizar números absolutos cuando debe usarse porcentajes es un feo enmascaramiento de la realidad.

Al igual que en educación, el compromiso del Presidente con la lucha anti-corrupción ha quedado en el plano discursivo. Hay leyes, comisiones y promesas, pero en los últimos ocho años el país ha retrocedido en las mediciones internacionales de combate a la corrupción.

En los indicadores del Banco Mundial de control de la corrupción, la República Dominicana registró en 2010 un puntaje de  menos 0.83 y se colocó entre los países de América Latina con menor puntaje. Además, el puntaje en 2010 fue peor que en 2005, 2000 y 1996.

Baja educación y alta corrupción no son caminos hacia el bienestar real de una nación, independientemente de cuán entusiasta sea el discurso del Presidente, o cuántos rascacielos y avenidas vea desde su helicóptero en el Gran Santo Domingo.

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