Discusión entre religioso y bohemio

Discusión entre religioso y bohemio

Corrían los años de la década del sesenta, durante los cuales abundaron en mi vida las parrandas.    En una de ellas, celebrada en el patio de la casa de un amigo, se entabló una interesante discusión entre un católico militante, y un escéptico en materia religiosa, por demás aficionado a los placeres mundanales.

-Todavía estás a tiempo de salvar tu alma- afirmaba el creyente- y disfrutar de otra vida mejor, donde no habrá muerte ni dolor, rodeado de ángeles.

– No puedo creer que el paraíso por el cual te estás privando de tantas cosas buenas en la tierra, sea un lugar sin bebidas alcohólicas, ni relaciones íntimas entre mujeres y hombres, y que además no está demostrada su existencia- replicó su interlocutor, quien se había disparado varios tragos del desinhibidor ron criollo.

– No son tan buenas las cosas de las que dices me privo, porque mi entrega a Cristo como mi señor y salvador me proporciona mayores placeres que tus diversiones con toda clase de alcoholes, y con mujeres entre las que se incluye una que otra prostituta. Tu paraíso contiene remordimientos por el dinero que no debiste gastar, horas de resaca por borracheras, y hasta enfermedades venéreas.

El cristiano habló con la firmeza de tono que genera la convicción, pero la respuesta del autoproclamado libre pensador no se hizo esperar.

-Uno de los argumentos que esgrimen ustedes los beatos como prueba de que la vida celestial eterna es mejor que esta, consiste en que nadie ha vuelto desde el llamado mas allá; pero quizás se deba a que después que uno firma con los bravos de Atlanta, se acabó todo, y no hay nada después. Mientras tanto, esta existencia es real, y una prueba fehaciente es que estamos aquí, vivitos, coleando, y gozando.

– Lo mejor es que he conocido ya el paraíso- añadió- y consiste en tomar tragos en patios como este, rodeado de buenos amigos, canciones acompañadas por un buen guitarrista y trovador, y una mujer cariñosa mimándote. Y aunque hoy me falten la mujer melcochosa, el músico, estoy gozando un montón.

– ¿Ignoras que con tu falta de fe, y tu filosofía de vida, estás condenado al infierno?- preguntó el creyente.

– Eso está por verse- dijo el bohemio- pero en cuanto a nuestros paraísos, la ventaja del mío sobre el tuyo es que no hay que morirse para disfrutarlo.

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